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Y en cambio tú…

Todavía duele aquel recuerdo de infancia, el escozor de las voces adultas: tu prima es más obediente, mira a ese niño que no llora, ojalá aprendas a comportarte como tu amiga o tu hermano, fíjate qué notas saca, es el mejor del equipo, la más simpática; en cambio tú… El alud de reproches te arrastraba a una competición sigilosa y hacía aflorar tus inseguridades, tu miedo, tu timidez. Lo peor de las comparaciones es que dañan por igual al perjudicado y al ensalzado: crean cuñas de aversión, enrarecen amistades, presionan a unos y menosprecian a otros.Seguir leyendo

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