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Denuncian que en Santiago del Estero murió una niña porque un organismo desoyó los riesgos de que volviese a su casa: “Ignoraron que su familia no podía cuidarla”

escucharescucharUna niña de 4 años que tenía problemas severos de salud murió la semana pasada en Santiago del Estero. Después de haber atravesado un cuadro de desnutrición severo, Alejandrina Iñiguez había permanecido casi tres años en un hogar. Pero hacía menos de tres meses, un organismo provincial ordenó que regresara con su familia, que vive en una zona rural sin agua segura y en condiciones de mucha vulnerabilidad.El hogar que tuvo en resguardo a Alejandrina denuncia que la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de Santiago del Estero desoyó las advertencias que ellos hicieron cuando el 22 de diciembre de 2022 resolvió que la niña regresara con su familia.Alejandrina tenía 4 años cuando el pasado 7 de marzo falleció a causa de un paro cardíaco, como consecuencia de un shock alérgico por mala administración de dipirona, una droga de uso habitual para bajar la fiebre, de acuerdo al informe médico del Centro Provincial de Salud Infantil, de Santiago del Estero. Su vida fue corta y con muchas dificultades. Al nacer, le habían diagnosticado un retraso global de desarrollo y atrofia bilateral del nervio óptico. A raíz de ello, era ciega, no se sentaba ni caminaba por sus propios medios y comía con mucha dificultad. Pero nada de eso impedía que fuera una niña feliz, que había aprendido a sonreír.Durante su primer año, Alejandrina vivió con su mamá en una casa precaria, en una zona rural en las afueras de la ciudad de Añatuya, un pueblo ubicado a 180 kilómetros de la ciudad capital de Santiago del Estero. A raíz de un cuadro de desnutrición aguda, debió intervenir la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de esa provincia. Ese organismo, encargado de la protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, estudió el caso y el 15 de marzo de 2020 dispuso que Alejandrina y su mamá ingresaran en el Refugio Madre Teresa de Calcuta, de la asociación civil Haciendo Camino, en Añatuya, dado que ella no podía cuidar de su hija.Alejandrina necesitaba de muchos cuidados porque al nacer le diagnosticaron un retraso global de desarrollo y atrofia bilateral del nervio óptico, por lo que era ciega, no se sentaba ni caminaba por sus propios medios y comía con mucha dificultad“El fallecimiento de Alejandrina es consecuencia del fracaso en la articulación del organismo de la niñez con el hogar. Su salud siempre fue muy delicada”, explica Catalina Hornos, presidenta de la asociación. “En el hogar recibió cuidados especiales de todo tipo: alimentación procesada, estimulación visual, estimulación temprana, cuidados estrictos de salud, tratamientos en el Hospital de Niños de Santiago del Estero y en el Hospital Garrahan de Buenos Aires y asistía a dos escuelas especiales”, agrega.Haciendo Camino nació en el 2006 y trabaja desde ese momento y en articulación con el Estado para combatir la desnutrición infantil y mejorar la calidad de vida de la población que vive en situación de vulnerabilidad social en el norte argentino. Su trabajo comenzó en la ciudad de Añatuya y se replicó en 12 centros más ubicados en diferentes localidades de las provincias de Santiago del Estero y Chaco.El trabajo de la asociación en esa región tiene varias razones. Santiago del Estero es la cuarta provincia más pobre del país, según datos del tercer trimestre de 2022 del Indec. Además, la tasa de mortalidad infantil alcanza a 10 de cada 1000 niños de 1 año nacidos en esa provincia y supera la tasa nacional, que es de 8,8. En ese contexto de extrema vulnerabilidad, en el que el alto índice de pobreza permanece alto desde hace décadas, los organismos estatales necesitan articular con organizaciones civiles para proteger los derechos de los niños y asegurarles el acceso a la salud y a la educación.Entre marzo de 2020 y diciembre de 2022, Haciendo Caminos articuló con la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de Santiago del Estero y redactó varios informes sobre Alejandrina en donde resaltaba que “siempre era necesario recordarle a la madre las rutinas y necesidades de su hija y que había que supervisarla en el cuidado de ella”, explica Catalina Hornos y sigue: “La madre de Alejandrina es analfabeta y eso hacía que le resultara difícil darle un remedio cuando estaba enferma o entender los horarios de administración, así como también la preparación de las comidas”.Varios de los compañeros que Alejandrina tuvo en el hogar al que ingresó en marzo de 2020A pesar de estas advertencias, el 22 de diciembre de 2022, la Subsecretaría tomó la decisión de que la niña y su madre volvieran a su casa, pero bajo el cuidado de un familiar que se responsabilizó por ello. El Cuadrado, paraje donde viven ellas y su familia, es una zona rural, de calles de tierra, sin agua potable ni centros médicos o escuelas cercanos. Está ubicado a 110 kilómetros de la ciudad de Añatuya y a 33 kilómetros de Los Juries, el ejido urbano más próximo, el único lugar donde recién podrían asistir a Alejandrina en caso de complicarse su salud, algo muy habitual de acuerdo a su diagnóstico.Con un 33% de la población cumpliendo trabajos precarios y con 7 de cada 10 familias viviendo en casas sin cloacas, Santiago del Estero está entre las provincias más críticas dentro del “mapa georeferencial de la pobreza crónica”, un informe del 2019 elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, entre otros organismos.El acta de egreso del hogar de Alejandrina fue firmado con la explícita disconformidad de Haciendo Camino, que dejó constancia por escrito de su desacuerdo. “Durante su permanencia en el hogar, la Subsecretaría mantuvo reuniones con nosotros y en todas esas instancias, la información de nuestra parte fue siempre la misma: si bien su mamá había mejorado el vínculo con la niña, no podía hacerse cargo sola de esa tarea, ya que ella misma tenía un déficit intelectual”, añade Catalina Hornos.“Cuando Alejandrina llegó al hogar, no comía. Hubo que hacer un trabajo lento y permanente con los profesionales que trabajan acá para su recuperación”, dice Etelvina Carrión, cuidadora del Refugio Madre Teresa de Calcuta. Etelvina tenía un vínculo estrecho y cotidiano con la niña y la mamá. Con la voz entrecortada, sigue sin aceptar lo que sucedió y explica que asegurar el bienestar a los niños “no tiene nada que ver con que vuelvan a su casa, sino con proteger su integridad. ¿Qué iba a ser diferente en ese ambiente a donde regresó Alejandrina y de donde había llegado con un cuadro de desnutrición tan agudo? ¿Qué cambios pudo registrar el Estado para asegurar que no se repetiría la situación de vulnerabilidad que la trajo al hogar? ¿Con qué datos tomaron la decisión de externar del hogar?”, se pregunta Etelvina.Alejandrina junto a Etelvina, una de las cuidadoras con las que compartió casi tres años en el hogarLA NACIÓN intentó por varios medios comunicarse con la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familias de Santiago del Estero para que pueda responder estas y otras preguntas, pero no tuvo respuesta.Mientras que desde Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes de esa provincia, el defensor oficial Leandro Drube dijo haberse enterado de la muerte de la niña cuando le llegó un mensaje que Haciendo Camino envió a todos los organismos que intervinieron en el caso. “Pedí informes a todos los que tuvieron participación”, aclaró y aseguró que “si hay irregularidades, formularemos las acciones que correspondan e intimaremos al organismo responsable para que explique dónde estuvo el error. Aún no sabemos lo qué pasó”.En un contexto social donde más de un millón de niños, niñas y adolescentes sufren hambre en el país, de acuerdo a un informe de UNICEF del 2020, infancias como la de Alejandrina necesitan de una perfecta integración entre el Estado, las familias y las organizaciones sociales para proteger sus derechos. Esos derechos están consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional que reconoce los derechos humanos de los niños y las niñas, definidos como personas menores de 18 años, y que obliga a los gobiernos a cumplirlos. La convención establece el principio del interés superior del niño, un parámetro que permite resolver los problemas de los niños en el sentido de que la decisión se define por lo que resulta de mayor beneficio para ellos. De esta manera, frente a un presunto interés del adulto, se prioriza el del niño“Desde el hogar, nuestra propuesta fue de un egreso progresivo, para que la mamá vaya aprendiendo, de a poco, a cuidar sola a Alejandrina. Primero, durante unos días y luego ir extendiendo estas salidas en la medida que se vayan viendo los avances”, explica Etelvina Carrión.Sin embargo, la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia provincial no compartió ese criterio y decidió su egreso del hogar junto con su mamá, sin gradualismos. Durante los primeros días fuera del hogar, Alejandrina y su mamá vivieron en la casa del familiar que había asumido la responsabilidad de cuidarlas, pero la convivencia no resultó y se mudaron entonces a la casa de la abuela de la niña, ubicada en una zona rural aún más alejada de la ciudad, dentro del paraje El Cuadrado. “Desde que salió del hogar, Alejandrina no volvió a ir a la ciudad de Santiago del Estero para hacerse los controles periódicos que le correspondían. Los últimos registrados son los que había realizado con nosotros”, explica Catalina Hornos.Alejandrina estuvo casi tres años en el Refugio Madre Teresa de Calcuta, de la asociación civil Haciendo Camino, en AñatuyaEl 7 de marzo de este año, Alejandrina ingresó en situación de emergencia al Centro Provincial de Salud Infantil Eva Perón de la ciudad de Santiago del Estero, a donde llegó derivada del Hospital de Añatuya. Había padecido un cuadro de fiebre tres días antes de llegar al hospital sin haber recibido ninguna asistencia médica. Su mamá y el familiar responsable de su cuidado la trasladaron al hospital de Los Juries cuando su estado se agravó. De allí, fue trasladada a Añatuya y luego a Santiago del Estero, donde falleció de un paro cardíaco.“Después de la muerte de Alejandrina, pedí hablar con la senadora nacional Claudia Ledesma de Zamora (exgobernadora y pareja de Gerardo Zamora, el actual gobernador de la provincia). Ella escuchó con preocupación todo lo que sucedió y me manifestó que, desde el gobierno estaban ajenos a la decisión que se tomó. Mostró interés y se comprometió a tomar medidas para que esto no vuelva a suceder”, explicó Catalina Hornos.En sus cuatro años de vida, Alejandrina había superado todas las expectativas de los pediatras. A pesar de su discapacidad, se sentaba sola, se reía, había aprendido a pronunciar el nombre de su mamá y los de las cuidadoras. Los niños del hogar la extrañan. No entienden lo que sucedió. El silencio le ganó el espacio a las risas y gritos que habitualmente se escuchan en ese lugar.“Aunque podamos tener diferencias, el interés superior de los niños nos une y deberíamos poder trabajar en conjunto. No queremos que su muerte pase desapercibida”, concluye Catalina Hornos.Teresa Sofía BuscagliaTemasPobrezaConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Pobreza”Estrategias de supervivencia” Los números claves de un drama que ponen en apuros al relato oficial y encienden alarmasPobreza. La advertencia sobre el país de un reconocido economistaA pesar de las cifras de pobreza. Denuncian que el presupuesto de este año reduce más de un 13,3% las partidas destinadas a la infancia

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