En la película “A Roma con Amor” (lo último decente que hizo Woody Allen), Leopoldo Pisanello es un tano común y corriente, interpretado por Roberto Benigni, que añora vivir como un famoso. Casi como una continuidad de su personaje de “La Vida es Bella”, es un hombre pícaro, familiero, amigo de sus amigos y bonachón. De un día a otro, sin embargo, se transforma en famoso sin explicación alguna y su vida se vuelve absurda: lo invitan a la televisión para preguntarle si prefiere el pan tostado o normal; las mujeres más atractivas lo desean y los flashes lo siguen a todos lados.
Queriendo volver a la normalidad, se queja con su chofer, que le devuelve una máxima: “La vida puede ser muy cruel, tanto si eres una celebridad como un completo desconocido. Pero entre ambas opciones, ser una celebridad es definitivamente mejor”.
Así mismo, como una absoluta celebridad, el Chiqui Tapia entró anoche a un repleto auditorio principal de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires para exponer ante más de un centenar de estudiantes en la apertura de las Jornadas Nacionales de Administración, “Metaverso, Inteligencia Artificial y Virtualidad”.
Tapia habló casi una hora con el profesor Fernando Moroni; la presidenta de la FUBA, Lucille Levy y el presidente del CECE, Tomás García.
¿Qué sabe el Chiqui de todo esto? ¡A quién le importa! El hombre dirigió a la AFA mientras Argentina conseguía su tercer título mundial y eso basta para que su palabra se transforme en una Master Class de la universidad mejor rankeada de latinoamérica.
Nadie tira cánticos de hinchada, no se oye Muchaaachos, ni lse evantan pancartas, como pasaría en cualquier otro mitín universitario. No. Esta es una jornada académica. Muy sui generis, pero académica. Los estudiantes escuchan en silencio y buscan, concentrados, encontrar en el discurso de Tapia alguna clave que permita entender su gloria. ¿Será su humildad? ¿Su sentido común? ¿Su trabajo?
El Chiqui relata su infancia en San Juan, habla de su padre tintorero y su madre, que sigue viva con 89 años. Recuerda sus tiempos como jugador, como recolector de basura y como barrendero en el barrio de San Telmo. No necesita apelar a le retórica del pueblo: su corte de pelo, su camisa abierta y su forma de combinar el traje con las zapatillas, son pueblo.
Claudio Chiqui Tapia firma autógrafos en la Facultad de Económicas en la UBA después de su masterclass
De administración, propiamente, no ahonda mucho: confiesa que su decisión más difícil fue bancar a Scaloni, solo con el apoyo de Menotti; que su mérito en el Mundial fue haber planificado la logística con dos años de anticipación y que, en su manera de ver las cosas, lo más importante para dirigir la AFA fue fortalecer su identidad y su sentido de pertenencia.
Y a pesar de estar en el escenario junto a los referentes del nuevo radicalismo universitario- Nuevo Espacio- es muy cuidadoso con expresar, de la manera más lavada posible, una abstinencia en el posicionamiento político. “La única política que me interesa es la deportiva, la del fútbol”, dice.
Lucille Levy, presidenta de la Federación Universitaria de la Universidad de Buenos Aires (FUBA), explicará, luego, que Tapia llegó a ese escenario por gestiones del profesor Fernando Moroni con el presidente de Huracán, David Garzón, quien le pidió la Master Class como un favor personal. Y el Chiqui es amigo de sus amigos, por eso está allí.
Su único posicionamiento es en el cierre, en favor de la educación pública. “Yo estoy a favor de que se obligue a los chicos a estudiar”, dice, en contraposición a lo planteado por Javier Milei, que cuestionó las facultades del Estado para “obligar” a las personas a estudiar. “Ustedes, muchachos, aprovechen, porque he visto a muchísimos chicos que quieren ser futbolistas y no llegan. Son la mayoría en la carrera del fútbol. Por eso es importante que los clubes los hagan estudiar, porque en este mundo llegar a la adultez sin haber estudiado es muy duro”, asegura.
Yo estoy a favor de que se obligue a los chicos a estudiar
Los 500 estudiantes que llenan el salón lo aplauden, tímidamente, y luego se amontonan en el escenario para pedirle una selfie. Una mujer con le lleva a su bebé para que se fotografíen juntos. Quien sabe, la gloria quizás no esté tanto en su discurso como en su imagen. Tapia se queda más de 20 minutos allí, entre la multitud, sacándose fotos y firmando camisetas. Sabe lo que genera, convive con la fama y no pretende bajarse de allí. No se achica ante la academia, ni ante nada. Se sabe campeón del mundo.
Si tuviera al frente a Pisanello, aquel romano promedio al que la fortuna le sonrió de manera arbitraria y la dejó escapar, seguramente le aconsejaría su máxima superadora, esa que empezó como meme y, desde ayer, ya es una filosofía legitimada por la academia. “No trates de entenderlo, disfrútalo”.
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