escucharescucharLas mañanas argentinas de julio regalan un espectáculo deportivo extraordinario que por razones laborales pocos pueden disfrutar: el Tour de Francia.Detrás de esa caravana de ciclistas que circulan en estos días por caminos franceses se esconden complejas estrategias que los distintos equipos en competencia despliegan con la obsesión de llegar a París al frente de la clasificación general.Sergio Massa podría mirarse en ese espejo rodante para descubrir cuál es su verdadero papel en la carrera por el poder.”El plan de cada etapa, como el diseño de la carrera, no es asunto de ese corredor protegido por sus compañeros, sino del director del equipo, el verdadero jefe” Es de rigor en el Tour, como en todas las grandes competencias de ruta, que cada equipo tenga un líder para el que trabaja el resto de los corredores del team, a los que en la jerga del ciclismo se llama “gregarios”. Son auténticos soldados que, obligados a la obediencia incondicional, deben quemar todas sus energías en cuidar al jefe de línea de los ataques, preservarlo del viento, ahorrarle esfuerzo y guiarlo hasta el momento en que el número uno pueda demostrar el verdadero peso de su presencia individual.El plan de cada etapa, como el diseño de la carrera, no es asunto de ese corredor protegido por sus compañeros, sino del director del equipo, el verdadero jefe.Massa, a la vez candidato y ministro de Economía, fue consagrado jefe de fila de un equipo que conoció mejores tiempos, sobre la misma largada de la competencia con una directora, Cristina Kirchner, que viene de fracasar en sus últimas apuestas presidenciales.Daniel Scioli no pudo extender la hegemonía abierta tres turnos presidenciales atrás, y en el segundo caso que todavía perdura, Alberto Fernández resultó tanto un corredor indisciplinado como carente de las condiciones para ocupar el puesto. El resultado es un fracaso tan indisimulable que pone al peronismo-kirchnerismo frente a un descenso de categoría que hace temer por la posibilidad de pelear por el poder.Cristina hasta llegó a hablar en público de una competencia de tres tercios para no decir directamente que temía conducir a los suyos a un inédito tercer lugar en las elecciones. Exageró, tan melodramática ella; hoy parece igualmente difícil que baje del segundo lugar como que pueda aspirar seriamente al primero.La jefa del equipo había pensado en el ascenso de uno de sus juveniles –una licencia de quien escribe tratándose de cuarentones con una vida hecha–, al que con dudoso romanticismo había caracterizado como hijo de la “generación diezmada”. La vicepresidenta persiste en levantar altares mientras banaliza los recuerdos y objetos de un pasado que requiere una lectura más profunda y completa para no caer en injusticias.”Massa arrancó entre la desconfianza de los velocistas incondicionales de Cristina, que sin embargo no perdieron el tiempo en lamentaciones” En eso estaba hace tres semanas cuando le avisaron que la fórmula presidencial que estaba poniendo en la cancha era más resistida que aclamada. La decisión de una descendencia privilegiada, más propia de una monarquía que de una líder que se pretende revolucionaria, quedó para mejor oportunidad. Fue así como, resignada, asumió que su corredor estrella sería un antiguo neoliberal de la Ucedé que escaló con esa ambigüedad ideológica que tan bien calza en el peronismo.Massa arrancó entre la desconfianza de los velocistas incondicionales de Cristina, que sin embargo no perdieron el tiempo en lamentaciones. Saben que no tienen a otro. El coro de gobernadores actuó una aceptación que hace tiempo descontó una derrota: salvo Entre Ríos y Catamarca, y las propiamente kirchneristas Buenos Aires y Santa Cruz, el resto de las provincias peronistas despegaron sus elecciones del calendario nacional. Aun así, ya perdieron dos piezas, San Luis y San Juan, y es altamente probable que también resignen la estratégica Santa Fe.El equipo de Cristina, que tiene como corredor estrella a Massa, está dividido en dos partes: los que se las arreglaron por su cuenta y los que siguen las órdenes de la jefa para una retirada lo menos costosa posible. Esta última consiste en tratar de retener la provincia de Buenos Aires y sostener una oposición dura en el Congreso y en las calles.Massa reparte expectativas válidas para quienes aceptan creer que hace magia y no quieran ver sus trucos. En los últimos días hizo kirchnerismo “on the record” y anticamporismo “off the record”. El actual ministro de Economía es más creíble cuando promete ser él mismo el nuevo jefe del peronismo, en tanto esa pretensión atiende no solo a su personalidad, sino también a la historia de la verticalidad del PJ.Cristina insiste en delegar los cargos con la pretensión de mantener el poder. Es por eso que avisó con especial énfasis y en público que su preferido era Wado de Pedro. En una palabra, cree que no ganaría ni siendo candidata ella misma y que de Massa espera que lleve a sus listas legislativas lo más arriba posible.Dicho en términos ciclísticos: Cristina aceptó a Massa como su jefe de fila, pero en realidad pretende que sea su gregario hasta agotarlo en sus posibilidades, en beneficio de la preservación del equipo en crisis que ella lidera.En plan candidato, Massa no solo se desdobla en palabras. El ministro queda bien con la tribuna de su supuesta jefa hablando en contra del Fondo Monetario y al mismo tiempo cumple con los ajustes tarifarios acordados y encamina el cierre de un acuerdo que limita la inquietante sequía de dólares en el Banco Central.El Massa candidato no oculta, tampoco, el perfil más brusco de un estilo que incluye beneficios y castigos en el viejo sistema prebendario que divide a los empresarios entre amigos y enemigos. Nadie podrá sorprenderse con el estilo y el comportamiento si al final de la carrera Massa resulta presidente. Hoy por hoy, en todo caso, lo sorprendente sería que lo consiga. Pero, se sabe, las carreras hay que correrlas.Sergio SuppoTemasCristina KirchnerSergio MassaConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Cristina KirchnerAnálisis. Las dos batallas cruciales de la campañaFracasó la sesión en el Senado. 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