El Comité Electoral de Zimbabue (ZEC) ha anunciado este sábado que el presidente Emmerson Mnangagwa, del partido ZANU-PF, ha sido reelegido para un nuevo mandato tras ganar las elecciones del pasado miércoles con el 52 por ciento de los votos, ha informado el portal New Zimbabwe.
Mnangagwa ha quedado así por delante del principal líder de la oposición, Nelson Chamisa, de la Coalición de Ciudadanos por el Cambio (CCC), que quedó en segunda posición con el 44 por ciento de los sufragios y que ha calificado las elecciones como una “farsa”.
“Por lo tanto, Emmerson Dambudzo Mnangagwa es declarado presidente debidamente elegido de Zimbabwe con efecto a partir del 23 de agosto de 2023”, ha confirmado la presidenta de la ZEC, Priscilla Chigumba, según declaraciones recogidas en la mencionada web.
Los comicios, a los que concurrieron un total de once candidatos, han tenido lugar en un contexto de hiperinflación y corrupción en el que observadores internacionales como la Unión Europea, el Centro Carter y la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) han denunciado “irregularidades” durante el proceso electoral.
Entre dichas anomalías, cita New Zmbabwe, se encuentran los atrasos en las entregas de material electoral en colegios electorales de zonas consideradas bastiones de la oposición –como los de Harare y Bulawayo– o las trabas a los partidos de la oposición en el acceso al censo de votantes y las papeletas.
UN ENTORNO POLÍTICO RESTRINGIDO
Un informe preliminar del Centro Carter recogido por el mismo medio ha señalado que el proceso electoral se llevó a cabo en un ambiente restrictivo, carente de transparencia e independencia, por lo que ha puesto en tela de juicio la credibilidad de la votación.
Esta organización se ha sumado en sus quejas a otros organismos internacionales como la Unión Africana, la Unión Europea y la SADC, que ya denunciaron con anterioridad fallos técnicos que reducían la fiabilidad de las elecciones.
“Aunque la Comisión Electoral de Zimbabue amplió el horario de votación y el Gobierno proclamó oficialmente el 24 de agosto como día electoral adicional, muchas partes interesadas expresaron su preocupación de que los retrasos logísticos pudieran haber deprimido la participación de votantes en esas áreas”, ha explicado el jefe de la misión de observación del Centro Carter, Attahiru Muhammadu Jega.
Los observadores han señalado las medidas represivas implementadas antes de los comicios y que “sofocaron” el espacio cívico y limitaron las reuniones de la oposición, además interferir en el registro de votantes, la delimitación de distritos , la distribución de papeletas electorales, la conformación de centros y mesas electorales y la acreditación de observadores y medios de comunicación internacionales.
Todas estas actuaciones, ha lamentado Muhammadu Jega, “obstaculizaron gravemente importantes esfuerzos independientes de transparencia”.
Si bien los episodios de violencia política han sido menores en estas elecciones que en las de 2018, según el Centro Carter, las tensiones y la polarización fueron en aumento durante los meses que precedieron a la cita electoral por las restricciones a las libertades de expresión, movimiento y asociación de las personas.
UNA SECUELA
Aproximadamente 6,5 millones de zimbabuenses votaron presidente y diputados en un Parlamento con 350 escaños repartidos entre 270 de la cámara baja, la Asamblea Nacional (60 reservados para mujeres) y 80 del Senado. En ambas cámaras el partido de Mnangagwa, la histórica Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico (ZANU-PF), gozaba de la mayoría, seguida de la Coalición de Ciudadanos por el Cambio (CCC) de Chamisa.
Con más de 40 años de mandato a sus espaldas, el ZANU-PF ejerce un dominio total sobre las estructuras del Estado zimbabuense hasta el punto de que Mngangagwa ha declarado más de una vez que le resulta inconcebible la derrota en las urnas, que compara con la destrucción del país. “Estáis perdidos si no votáis por el ZANU-PF”, declaró en un mitin a principios de mes.
Aunque desde el Gobierno recuerdan que Mnangagwa ha ejercido una política exterior de reconciliación tras años de aislamiento, con medidas como por ejemplo su petición de reincorporarse a la Commonwealth, de puertas hacia adentro la oposición se ha quedado prácticamente afónica de tanto denunciar una persecución a gran escala contra sus líderes, sobre todo desde los últimos comicios de 2018, que también enfrentaron a Mnangagwa con Chamisa.
Hace cinco años, el mandatario ganó por un margen tan ajustado que hizo falta un dictamen del Constitucional para darle la victoria en medio de una ola de críticas de manipulación electoral en lo que el CCC percibió de todas maneras como una grieta en el poder
Antes de que se celebrarn las elecciones, Human Rights Watch criticó abiertamente las restricciones derivadas de a la reciente “Ley Patriótica”, una serie de normativas que, de acuerdo con la ONG, “criminalizan las libertades de expresión y de libre asociación”, y advirtió de que las promesas de transparencia electoral del Gobierno no terminaban de cumplir los estándares internacionales: los comicios estarían supervisados por observadores internacionales pero no disfrutarían de un acceso completo a todos los centros de votación, indicó la ONG. La propia misión de la Unión Europea ya avisó hace cinco años de graves errores en el recuento de la Comisión Electoral, un brazo más, a juicio de la oposición, del ZANU-PF.