Una broma recurrente de Nacho Vigalondo cada vez que muere un famoso es apostillar: con él desaparece el siglo XX. La necrológica es uno de los géneros más ingratos y fatigados por los tópicos que existen. Cuando no son textos autocomplacientes en los que el protagonista parece el autor del obituario en lugar del muerto, se presentan como un recuento inane de elogios genéricos que podrían caberle bien a cualquiera. Si han vivido con largura e intensidad y les ha dado tiempo a pasarse de moda, se puede decir, con Vigalondo, que con ellos muere una época. El siglo XX, por ejemplo.Seguir leyendo