Ho Chi Minh (Vietnam), 20 oct (EFE).- La elefanta Sambo, que durante décadas se convirtió en un símbolo de Nom Pen y de la trágica historia de Camboya, ha muerto a los 63 años en un santuario en el noreste del país, informó la organización que la cuidaba. “Hoy tenemos que compartir una noticia muy triste. Nuestra bella y dulce Sambo ha fallecido durante la noche. Después de una larga batalla contra una infección dental, su salud se deterioró en el último mes”, publicó en Facebook la organización Elephant Valley Project la noche del jueves. Desde que a principios de la década de 1980 su dueño se instaló con ella en Nom Pen, la elefanta se fue convirtiendo en un símbolo de la capital camboyana, donde su figura en los alrededores del templo Wat Phnom llegó a ser parte del paisaje urbano. En sus 63 años de vida, el paquidermo de 3,2 toneladas ha sufrido todos los avatares que marcaron la historia del país asiático en el último medio siglo: golpeado por los vaivenes de la Guerra Fría y destrozado por la guerra civil y el régimen de los Jemeres Rojos (1975-1979), que causó la muerte de al menos 1,5 millones de camboyanos. Cuando los Jemeres Rojos se hicieron con el poder, el dueño de Sambo, Sin Sorn, tuvo que entregarla junto a sus cinco otros paquidermos a las autoridades, cuyos pésimos cuidados causaron la muerte de los cinco animales, con Sambo como única superviviente. Al terminar la guerra en 1979, a Sin Sorn le llegó la noticia de que Sambo había sobrevivido y terminó por encontrarla, muy débil, en las montañas. Sorn la cuidó para que recuperara la salud y se la llevó con él a Nom Pen, donde se ganó la vida dando paseos en elefante a los niños y los turistas que, poco a poco, iban llegando a un país devastado. Con el rápido desarrollo de Camboya desde los años 90, la figura de Sambo en el centro de una ciudad se fue convirtiendo en un icono y en uno de los reclamos para los turistas, que la alimentaban con frutas. En 2012 dejó de “trabajar” por un problema en la pata y por las quejas de las autoridades de que provocaba atascos en una ciudad que había crecido a toda velocidad y ya no tenía nada que ver con aquella a la que había llegado 30 años atrás. En 2014, a sus 54 años, se separó de su dueño, que la entregó a la organización Elephant Valley Project para su traslado al santuario que gestionan en la selva de la provincia de Mondolkiri, al noreste del país, donde ha pasado en la naturaleza sus nueve últimos años.