William Shakespeare sintió atracción hacia el vacío; su intuición poética lo llevó a predecir las fluctuaciones del vacío cuántico que contienen los átomos. Porque la nada de Shakespeare, al igual que el vacío cuántico, no está realmente vacía. Por decirlo de una manera científica: Shakespeare consigue que la ausencia se haga presente en las ondas electromagnéticas fluctuantes del discurso de sus personajes. Y esto lo pone de relieve en La tragedia del Rey Lear.Seguir leyendo