CompartirEscucharLa opulencia de Nueva York es aún más imponente cuando se la compara con el ritmo de vida de General Curapampa, una pequeña ciudad de La Pampa, provincia del interior de la Argentina. Pasar de un lugar en donde todos se conocen y se saludan en el bar, en el club, en el quiosco y cada esquina al anonimato total, es un gran cambio.“Acá te pasan por al lado y te empujan”, dice Sofía Grosso en diálogo con LA NACIÓN, para marcar el contraste con aquellas calles que la vieron nacer. “En Nueva York siento que somos robots. Eso es lo que más me llamó la atención y lo que más me chocó de vivir acá”, reconoce la joven artista que hoy vive en la ciudad de la Gran Manzana y los inmensos rascacielos.Sin embargo, se resiste a perder su esencia. “Yo te voy a conversar, te voy a preguntar cómo estás, te voy a mirar y disfrutar de esos intercambios. Por suerte, no pierdo eso y espero no perderlo jamás”, comenta casi en forma de deseo.De todas formas, el encuentro entre Sofía Grosso y Nueva York fue un amor a primera vista. “Estaba enamorada de la ciudad cuando llegué”, reconoce la joven de 22 años. “Tanto arte por todos lados era algo increíble”, enfatiza con el entusiasmo de una apasionada. Y es que todo lo que rodea a la ciudad hace que pueda estar realmente enfocada en su motor de vida: la danza. “Puedo estar en mi mundo, feliz aunque haga un millón de cosas a la vez”, dice.La madre y la hermana de Julio Bocca vieron a Sofía bailar y la becaron para estudiar con el famoso bailarínGentileza Sofía Grosso para LA NACIONDonde todo empezóCuando Grosso descendió del avión que la dejó en la ciudad norteamericana, ya sabía dónde se quedaría. “Había buscado un lugar en Internet por Washington Heights”, revela sobre los primeros pasos de su aventura en el primer mundo. Sin embargo, para entender cómo la joven argentina triunfa hoy en los Estados Unidos hay que ir a La Pampa, el lugar en donde todo empezó.“Mi primera beca la gané allí. En ese momento yo tenía 16 años y también tomaba mis clases en la academia Delis García Lomar, donde comencé a formarme a los cinco años. Allí iba la mamá y la hermana de Julio Bocca a presenciar los exámenes finales. Gracias a eso, me han dado tres becas para hacer los seminarios de invierno del bailarín, director y maestro de ballet argentino más reconocido a nivel mundial”, cuenta.Hasta los 20 años, vivió en La Pampa, pero casi todos los años viajaba a Buenos Aires para seguir formándose. “Tomé clases con Juan Pablo Ledo -bailarín del Teatro Colón- e hice seminarios con Slam Gaules, un bailarín de Madonna. Luego me becaron en la Facultad de Full Dance, y ahí decidí hacer la carrera de Interpretanza Profesional, que tuvo una duración de tres años. En el último, me dieron la beca para poder venir a Nueva York, donde pude realizar Steps on Broadway, un programa internacional para estudiantes”, enumera y repasa. Su experiencia allí fueron tres meses y “lo más maravilloso que me pasó en mi vida”, asegura. En total, fueron 49 clases por mes; más de 200 en total.Instalada en Nueva York, Sofía ganó una beca para el programa de Latin ProfessionalGentileza Sofía Grosso para LA NACION“Estar rodeada constantemente de training, de danza y de gente que me enseñaba el idioma, fue algo muy fuerte para mi cabeza. Yo no hablaba inglés, y de repente me encontré diciendo ‘hello’, ‘chao’ y ‘bye’; fue mucho proceso. Gracias a Dios, para la danza el lenguaje principal es el cuerpo”, remarca.Su crecimiento en Nueva YorkSteps on Broadway fue mucho más que la puerta de entrada a los Estados Unidos; fue aquel puente que muchas veces el talento necesita para ganar aún más visibilidad. Y eso fue lo que le ocurrió a la argentina, quien ya instalada en Nueva York ganó una beca para el programa de Latin Professional.“Este programa era un entrenamiento puro y dedicado a ritmos latinos. Siempre me gustó y tuve pasión por la salsa, la bachata y la samba. Sin embargo, fue acá donde aprendí realmente todo. Fue estar cuatro horas arriba de zapatos, entender y respetar la disciplina de cada danza y estilo. Siento que aprender cada danza desde sus raíces es muy importante para un bailarín”, profundiza.Desde que pisó Nueva York, no paró de colaborar en proyectos para ganar experiencia. “Muchos profesores de Steps on Broadway me vieron y me dijeron de colaborar en sus proyectos. Eso es algo muy gratificante, ya que me permitió aprender de directores de Broadway enormes como Luis Salgado, Matthew Stephen, Valeria Cosu, Robert Taylor, Simena Salgado”, subraya.Así llegó entonces el momento de su debut oficial en Broadway. “Canté, bailé, actué. Fue mi primera experiencia al frente de tanta gente en el Teatro Pregones. En Off-Broadway, como se llamaba la obra, estuve rodeada de gente muy talentosa y directores muy profesionales. La verdad es que estoy muy agradecida de la gran oportunidad que me dieron. Fue un placer colaborar con ellos”, cuenta la argentina.“Siento que Nueva York fue muy amable conmigo. Me brindó muchas oportunidades desde que llegué. Y esta es, sin lugar a dudas, la ciudad de las oportunidades. Cualquier persona que venga acá para hacer arte puede crecer en todos sus ámbitos. Creo que es increíble. Lo he encontrado a Dios en cada esquina de Nueva York”, enfatiza la joven.El choque culturalLa argentina cuenta que, gracias a las becas y los proyectos en donde colaboró, pudo conocer gente de varios países. “De hecho, tengo amigos de todos los países, de casi toda América Latina y Europa”, dice casi sin poder creerlo. “Estoy muy abierta a las relaciones. Me gusta mucho conocer personas, pero también necesito mi espacio de soledad. Aunque siempre digo que mis amigos aquí me han salvado la vida. Poder relacionarme con tanta gente la verdad que me nutre muchísimo”, agrega.El impacto cultural también se siente en el valor que se le da al arte en Nueva York. Inevitablemente, Grosso lo compara con Buenos Aires. “Nueva York tendrá sus cosas buenas y malas, pero esta es una ciudad donde el arte está en todas las esquinas. Es algo que todos admiran y respetan. Y creo que desde ahí comienza el granito de arena”, pondera.De todas maneras, Grosso no se olvida nunca de su familia, sus amigos y un estilo de vida que a veces añora. “Después de un tiempo viviendo acá, me di cuenta de que a veces me cuesta parar. Nueva York es una ciudad que te empuja a hacer, hacer, hacer; nunca paras. La ambición que hay es increíble”.“Por supuesto, lo que más extraño de mi país es a mi madre. Dios me llenó de oportunidades en Estados Unidos. Por eso sigo acá. Pero realmente haría lo que fuera por pisar mi país y ver a mi madre, a mi familia y a mis amigas. Ya va a ser casi un año que no los veo. De pronto, la vida del artista te aísla de esas cosas, pero a su vez uno está acompañado constantemente. Es un tiro y afloje. Muy volátil”, cierra.Franco Della VecchiaSeguí leyendoEn State Highway 130. Por qué Texas tiene el límite de velocidad más alto de todo EE.UU. y de cuántos kilómetros por hora es”No es para todo el mundo”. Emigró a Miami y ejerce su profesión, pero revela los obstáculos que enfrentóYa es tendencia. Este es el país de Latinoamérica que arrasa con la compra de casas en MiamiTemasHistorias que inspiranNueva YorkEn las redesConforme a los criterios deConocé The Trust Project