Los expertos en psicología y coaching, los docentes y pedagogos y los especialistas en liderazgo… la gran mayoría de los especialistas vinculados al desarrollo personal coinciden en que una de las sombras del presente es la incapacidad de lidiar con la frustración. La imposición del ritmo que promueven las nuevas tecnologías destruyeron la paciencia. Caerse parece ser sinónimo de abandonar. Henry Ford decía que los que renuncian son más numerosos que los que fracasan. Si esa era una verdad a comienzos del siglo pasado, ¿cuán fuerte puede haber sido el deterioro de la capacidad de sobreponerse a lo que sucede y reintentar? Paula Sibilia nació en la Argentina, pero vive en Río de Janeiro hace 30 años. Investigadora y ensayista, estudió Comunicación y Antropología en la Universidad de Buenos Aires, más tarde realizó una maestría y dos doctorados, y un posdoctorado en Francia. Publicó sus libros tanto en portugués como en español y es docente e investigadora en Brasil. Su última obra escarba sobre dicotomías. Si somos más libres y felices que nunca, ¿por qué sentimos tanta fragilidad y frustración? Si se nos incita al empoderamiento, ¿por qué se ha generalizado la impotencia, la ansiedad y la depresión? “No veo ninguna contradicción entre la dinámica social que promueve la frustración, por un lado, y la evidente incapacidad de procesarla o aceptarla, por el otro –asevera la autora–. Aunque ese sufrimiento esté muy presente y sea una marca de nuestra época, no parece tener sentido. Los estímulos se multiplican junto con la promesa de que podríamos alcanzar todo lo que queremos (y supuestamente nos merecemos), aunque no siempre (o casi nunca) lo logremos”. ¿QUÉ SIGNIFICA QUE UNA PERSONA SIEMPRE CAMINE MIRANDO AL PISO, SEGÚN LA PSICOLOGÍA?–¿No se trata de un error esporádico o fallas en el sistema?–No, es el drama del consumidor contemporáneo: sus deseos son constantemente atizados, pero nunca del todo consumados. La insatisfacción debe estar garantizada porque, si no, perderíamos el impulso que nos lleva a seguir intentándolo: más compras, más scroll, más clics, más y más de lo que sea. Esa especie de inercia hiperactiva provoca no solo cansancio y frustración, sino también varios malestares típicos de nuestra época: depresión, ansiedad, pánico, resentimiento, envidia, furia, descontrol.Sibilia invita a no perderse la oportunidad de maravillarse con las pequeñas cosas cotidianas ALEJANDRA LOPEZ–Según explica, sufrimos una especie de aburrimiento por exceso. ¿En qué cree que se diferencia respecto del aburrimiento más cercano al ocio, al no hacer nada?–Hoy es prácticamente imposible no hacer nada. Ni siquiera logramos desconectarnos del todo para dormir como solía hacerse algunas décadas atrás. Apenas tenemos un intervalo de lo que antes se llamaban “tiempos muertos”, ya sea en algún ascensor, en el transporte público o en la cola del banco, del supermercado, etc., la paciencia que requiere esa espera nos resulta intolerable. Entonces ni siquiera lo pensamos, el hábito ya está automatizado como un gesto casi compulsivo: activamos la pantallita y nos deslizamos entre sus múltiples opciones. Eso no significa que allí encontremos bienestar, más bien suelen potenciarse la ansiedad y el aburrimiento. –La administración del tiempo y la ponderación de la eficiencia, ¿cabrían en este análisis?–Sí. Sucede algo similar, ya sea con la “multitarea” que nos permite hacer varias cosas al mismo tiempo: escuchar podcasts cuando lavamos los platos o ver películas mientras hacemos gimnasia, por ejemplo. O bien acelerando audios y videos, leyendo todo a las apuradas o en diagonal para no perder demasiado tiempo con nada y seguir consumiendo los millones de otras cosas que se nos ofrecen. Aunque los estímulos sean ilimitados e intentemos adaptarnos a esos nuevos ritmos, nuestra capacidad de absorción es fatalmente finita; y, además, el esfuerzo nos deja exhaustos. –Presagia cierto derrumbe en pos del advenimiento de otra era. ¿Cómo se la imagina?–Ya cuesta bastante tratar de entender en qué consiste el presente, ¡como para elucubrar lo que se viene! Ante semejante desorientación, lo que me parece fundamental es tratar de comprender qué está pasando: no vaticinar el futuro, sino pensar el presente, para poder cartografiar el cambio de época que estamos viviendo. Una manera de hacerlo es preguntándonos cómo y por qué hemos dejado de ser aquellos personajes que protagonizaron los viejos tiempos modernos de los siglos XIX y XX, para convertirnos en estas criaturas del siglo XXI. Mi libro trata de contribuir a esa misión, que es primordial, porque si no entendemos qué pasó y qué está pasando, no podremos tomar las decisiones adecuadas para tratar de construir un futuro menos crispado o sombrío.UNA HERRAMIENTA PODEROSA PARA SANAR VIEJAS HERIDAS: ACTIVA UNA PARTE DEL CEREBRO VINCULADA CON LAS EMOCIONES–La hiperconexión nos hiperabsorbe. ¿Qué estrategias imagina para mantener a raya el vínculo?–Hay algo que me parece crucial: las tecnologías no son herramientas neutras, como suele decirse. Y eso no significa que sean buenas o malas por definición, no se trata de una cuestión moral, sino de una falta de neutralidad histórica: esos aparatos (celulares, internet, redes sociales, wifi, algoritmos) tienen ciertas características que incitan a usarlos de determinadas maneras. Son de uso individual, por ejemplo, y operan en red, en todo momento y en cualquier lugar, con pantallas y cámaras siempre encendidas, etc. De modo que fueron diseñados para que los usemos de forma “excesiva”, sin límites de ningún tipo. No es por casualidad o porque estemos haciendo algo equivocado, sino porque estas máquinas traen la marca de nuestra época. Los celular fueron diseñados para que se los use de forma “excesiva”, sin límites de ningún tipoShutterstock–¿Existe una transformación de lo que parece bueno en la sociedad?–Se transformó el “suelo moral” en las últimas décadas. Los cambios implican un relajamiento de las represiones, las normas y los deberes, por un lado, y una apertura a flexibilizar toda prohibición o inhibición, por otro lado. De modo que las estrategias para “mantenerlos a raya” suelen fracasar. ¿Por qué? Porque nosotros queremos, sentimos que podemos y nos merecemos desafiar cualquier obstáculo que se imponga a nuestros deseos, por más que a veces sepamos que quizás nos convendría limitarnos.–¿Qué cree que las personas consideran que se merecen y no logran? –Ser felices, ricas, famosas, bellas, poderosas, eternamente jóvenes y sanas, etc.–¿Qué lectura hace del fenómeno de volver al grupo pequeño?–Recomendaría tener cuidado con las “burbujas”. Lo más sensato es no tomárselo demasiado en serio. Lo mismo vale para ese yo que se muestra o se expresa en las redes sociales (y no solo en ellas) en perpetua rivalidad o competencia con los demás, como si necesitara imponerse porque tiene plena certeza de lo que piensa, quiere, sabe, etc. Nuestras vidas son cortas y potencialmente riquísimas, no vale la pena desperdiciarlas con pavadas.–¿Dónde encuentra el bienestar en esta era?–El humor, la curiosidad, la belleza, las amistades, leer y escribir. Tratar de no perderse las muchísimas oportunidades cotidianas de maravillarnos con lo que sea y, si tenemos suerte, embarcarse en nuevas aventuras.Por Flavia TomaelloMenteSalud mentalTecnologíaConforme aOtras noticias de Salud mentalSíndrome de Simón. Qué dice la psicología sobre los hombres que no pueden comprometerse en una relación”Querida anorexia: te odio”. La historia de la joven que visibiliza el impacto de las redes en la salud mentalSimple y práctico. El gurú indio Rajesh Pillania comparte un plan de 3 pasos para ser más feliz