Autores: Aliana Álvarez Pacheco y Silvia Gómez Giusto. Intérpretes: Laura Nevole, Vanesa Weinberg, Camila Blander y Valentina Werenkraut. Vestuario: Mavi Rossi. Edición de banda sonora: Axel Stahler, Santiago Chano Bargman y Bruno Giroldi. Dirección: Aliana Alvarez Pacheco y Silvia Gómez Giusto. Sala: Casa Gómez (Yeruá 4962). Funciones: sábado 16 de agosto, 16 hs; sábado 20 de septiembre, 17 hs; domingos 14 y 21 de septiembre, 17 hs. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.El término “recorrido urbano” puede indicar una enorme variedad de proyectos, de muy diverso tipo, que se inscriben en el amplio mapa del concepto de “performance” o “artes performativas”. Y tal como su nombre lo indica, la ciudad es su gran protagonista: una parte de ella será visitada (recorrida) por los espectadores a partir de muy diferentes estrategias artísticas, poéticas y tecnológicas. Hay algunos en los que sin ningún tipo de guía el “participante” deberá seguir un mapa geográfico y de acciones en soledad y a sus tiempos, otros en los que en grupo caminarán asistidos por técnicos y productores y otros en los que, a lo largo del recorrido, en pequeñas estaciones (como en el Vía Crucis) acciones dramáticas serán desarrolladas por intérpretes, actores o bailarines. En el mundo del recorrido urbano parece estar todo permitido. Atlas de un mundo imaginado no se prende al último estallido de la tecnología, sino que recurre a algo mucho más simple, aunque no más fácil: un texto increíblemente poético que será dicho (y actuado e interpretado) por un grupo de cuatro actrices que poseen el talento de “representar” un mundo ido, un mundo que parece estar presente en un diseño urbanístico y un conjunto arquitectónico, aunque sus protagonistas, esos seres que supieron habitarlo, hoy parezcan más fantasmas que seres de carne y hueso. Y esa es la magia que supieron crear las directoras Alina Alvarez Pacheco y Silvia Gómez Giusto: un proyecto que se inscribe en una estética muy de moda hoy en día, pero que busca para su desarrollo los elementos más tradicionales posibles. Parlantes que no se esconden y que conforman en cada estación una platea imaginada por un sonido que requiere ser escuchado, un grupo de actrices que no esconde ni su presencia ni su oficio y que representan a dos mujeres, dos hermanas, que se aman, se necesitan y se buscan, y que a medida que los recuerdos aparecen, otras dos actrices, más jóvenes que las otras dos, representarán a esos cuerpos pero en el pasado, siempre desde la vereda de enfrente, generando imágenes muy potentes en lo visual que se inscriben en las diferentes arquitecturas del lugar.Atlas de un mundo imaginadoPrensa Atlas de un mundo imaginario¿Qué lugar? La isla de La Paternal. Todo el proyecto gira alrededor de lo insular: un territorio delimitado, demarcado, separado del resto; no por agua en este caso sino por edificios, presentes y ausentes, que aislaron una zona de la ciudad y la dotaron de una identidad única y propia. Esa isla de La Paternal (conformada por las fronteras reales e imaginarias de dos líneas de trenes, el cementerio de la Chacarita, el Albergue Warnes y el Hogar Garrigós) será el escenario a recorrer y a evocar: un escenario en donde el pasado se vuelve tan protagónico que podemos afirmar que este viaje, más que espacial es temporal. El espectador (participante) viajará por esas calles del barrio, mirará farmacias que ya no son, almacenes que cerraron por el avance del “progreso” y la presencia de las grandes cadenas de supermercados, observará niños del albergue que ya no están por allí y viajará a un mundo en el que todo se entendía de un modo diferente: el mundo analógico. Un mundo de cartas que viajaban por avión y por barco durante meses de un lado a otro del planeta, de cartas que a su llegada cambiaban la energía del día, que se leían una y otra vez como si cada vez fueran a decir algo diferente y que se atesoraban como el mejor de los regalos. Atlas de un mundo imaginadoPrensa Atlas de un mundo imaginarioY en esas idas y vueltas de cartas, en este caso de Atlas de un mundo imaginado iremos conociendo la vida de dos hermanas: la que se quedó viviendo en la isla de la Paternal y la que se fue a vivir a Islas de este y del otro lado del mundo; dos hermanas a las que la vida les fue sucediendo y afrontaron enfermedades y pérdidas, crisis económicas y laborales, hermanas que fueron construyendo familia y que siempre se extrañaron. Las cartas fueron el medio por el que iban conectándose, junto con un mundo sonoro, que en CD grabables una le enviaba a la otra para que recuerde la sonoridad de su territorio. Y mientras ese viaje en el tiempo y el espacio se produce, el espectador que tenga el recuerdo de ese mundo analógico perdido, irá haciendo su propio viaje nostálgico, mientras mira a esos fantasmas ajenos como si fueran los propios, los que emergen cuando se recuerda algún tiempo pasado y perdido. Ese mundo imaginado es seguramente el de la infancia y la juventud, en un territorio insular también imaginado, pero en el que a lo largo de los 60 minutos del mágico recorrido se podrá reconocer que finalmente no hay tanta distancia entre lo real y lo fantasmático, porque en definitiva uno será el alimento del otro. Sin importar a esta altura, cuál será el alimento de cuál.Por Federico IrazábalQué sale?CríticasEstrenos de teatroConforme aOtras noticias de CríticasCoherencia. Un reconocido elenco para una confusa adaptación de un filmCon Al Pacino. Exorcismo: El Ritual: dispar resultado para un film que intenta sumarse a las filas del terror satánicoCine francés. Cuando cae el otoño, una película cargada de enigmas que recuerda al estilo de Claude Chabrol