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Racing y la Copa Libertadores: a 58 de años del equipo de José, un campeón inolvidable

Antes de tocar el cielo con las manos, el mítico Equipo de José, la formación de Racing que conquistaría América y el mundo en 1967, estuvo a punto de estrellarse contra el suelo de Colombia. “Vi a la muerte de cerca. El avión empezó a caer repentinamente. Había un ruido muy fuerte y permanente en mis oídos, como si fuera un camión que pasaba a toda velocidad al lado todo el tiempo. Justo antes de empezar a irnos en picada, como el avión ya se movía bastante y me puse nervioso, le había pedido a la azafata que me trajera alguna pastilla. Cuando ella se acercaba, el avión empezó a caer y nos dimos la cabeza contra el techo. Fue terrible”, relata Juan Carlos Rulli, uno de los motores del mediocampo de aquel histórico conjunto, que en diálogo con LA NACION evoca ese momento como un punto de inflexión en la campaña que terminaría con la obtención de la Copa Libertadores, hito del que este viernes se cumplen exactamente 58 años.“Mientras el avión caía, por mi cabeza pasaba que mi mujer estaba embarazada. Pensaba que no iba a llegar a conocer a mi hija”, reconoce el también exfutbolista de Estudiantes y Boca, que revela que al haber llegado a tierra firme, en Bogotá, el renacer del plantel llevó a todos a compartir un trago y un juramento: “Yo no tomaba alcohol, pero ese día sí acepté un vaso de whisky, por la tensión del momento que habíamos vivido. ‘Si salimos adelante de esto, tenemos que ser campeones’, nos dijimos”. El origen del traumático vuelo había sido en Medellín, donde en un accidente de avión se había matado Carlos Gardel. En el aeropuerto de la ciudad de la eterna primavera había distintas placas en homenaje al Zorzal, uno de los hinchas de Racing más icónicos de la historia.Agustín Mario Cejas y otros compañeros observaban los letreros en tributo al tanguero más famoso, mientras un fotógrafo que acompañaba a la comitiva se disponía a reflejar ese momento. “¡Andá, dale, sacá la foto! No vaya a ser que terminemos igual que Carlitos”, fue la frase que lanzó el arquero de la Academia, según reveló Natalio Arbiser en el libro Racing, su hora más gloriosa, sobre los minutos previos al pánico desatado aquel 27 de marzo de 1967.Festejo de los futbolistas de Racing Rulli, que le tenía “terror” a volar, había subido a una terraza del aeropuerto y llegó a plantearle a un directivo que prefería viajar por vía terrestre hasta Bogotá, donde Racing visitaría a Independiente Santa Fe por la cuarta fecha de la primera rueda de la Copa. El dirigente convenció al mediocampista de subirse (último) a la aeronave, cuyo aspecto no convencía a otros jugadores, como a Rubén Díaz: al momento de la impactante turbulencia, el Panadero lanzaba insultos a los dirigentes por el avión de menor costo elegido para la travesía.Entre los pasajeros estaba Anselmo, un joven colombiano al que le faltaban ambas piernas y que había sido invitado por el plantel a presenciar el siguiente encuentro en territorio cafetero. Mientras el muchacho gritaba aterrado, Luis Carrizo, uno de los arqueros, lanzó una frase desafortunada en el intento de sobrellevar el momento: “No te preocupes, que si nos estrellamos vos te morís a la mitad”. Carrizo, de importante aporte en la conquista del torneo local de 1966, se iría en el medio de la campaña de la Libertadores, debido a distintos actos de indisciplina que no toleraría Juan José Pizzuti.Una reseña histórica“Racing era un caos hasta que asumió José. Él marcó un antes y un después. Nos organizó como equipo, nos potenció físicamente, puso reglas claras y unió muchísimo al grupo”, afirma Rulli, que estuvo a punto de colgar los botines o cambiar de destino futbolístico producto de la desorganización que imperaba hasta el nombramiento de Pizzuti: “Raúl Prieto, uno de los dirigentes, fue el que me convenció de quedarme y que me había avisado que con José cambiaría todo para bien. Yo estaba terminando de estudiar odontología y ya me mentalizaba en dedicarme a eso y dejar el fútbol”.Una de las escenas de la reñida final entre Racing y Nacional, de MontevideoA casi seis décadas de la conquista de América, Rulli mantiene “un recuerdo imborrable” del camino recorrido para llegar a la gloria: “Éramos un equipo en el que primero nadie confiaba. José llegó en el 65, cuando íbamos últimos, hizo modificaciones y nos convirtió para ser campeones en el 66, con un invicto histórico de 39 partidos a nivel local”. Después de dar la vuelta olímpica en Argentina, Pizzuti y sus muchachos deseaban ampliar su dominio a nivel continental.Para el plantel, la gloria no tenía precio. Sin embargo, el grupo también tenía presente que la dirigencia estaba atrasada en algunos compromisos. Antes y durante la campaña que terminó con la coronación en la Libertadores, jugadores y dirigentes tuvieron cortocircuitos por pagos adeudados. Santiago Saccol, el presidente, había amenazado con declarar “transferibles” a los futbolistas que se plantaron en la previa a un amistoso con Millonarios, en Colombia, en el verano del 67. En plena jornada estival, Racing sumaría a la delantera a Norberto Raffo y al brasileño Joao Cardoso, que resultarían fundamentales en la Libertadores.La formación de Racing que ganó la única Copa Libertadore de su historia de la mano de José Pizzuti: Cejas, Basile, Perfumo, Díaz, Mori y Martín (parados); Cardoso, Rulli, Cárdenas, Rafffo y Maschio (en cuclillas)A nivel institucional también hubo momentos de tensión a mitad de año, cuando el calendario determinaba la realización de las elecciones en las que Saccol no podía ser reelecto, debido a la reglamentación del estatuto. La fórmula compuesta por Baldomero Pico y Carlos Cúneo, con el aval público del presidente académico –con solicitadas incluidas-, sería la elegida por los socios (con 6021 votos de los 7971 registrados).Racing se transformaría en el campeón de América que más partidos tuvo que afrontar en una misma competencia: 20. En la etapa de grupos, jugó con River, los colombianos Independiente Santa Fe y Deportivo Independiente Medellín (DIM), más Bolívar y con 31 de Octubre, ambos de Bolivia. En esa instancia, ganó ocho partidos, empató uno y perdió solamente en la altura de La Paz ante 31 de octubre, en un encuentro en el que Alfio Basile y Cejas tuvieron que salir por los efectos de la altura. En Colombia, en la victoria contra DIM, Cejas logró algo que resultaba prácticamente imposible: le atajó un penal a Oreste Osmar Corbatta, uno de los máximos ídolos de la historia racinguista.El plantel de Racing que logró la gloria comenzó con problemas entre el plantel y los dirigentes, como lo refleja una revista El Gráfico de la épocaMientras pisaba fuerte a nivel internacional, la Academia no daba las mismas respuestas en el torneo local. “Racing causa una pobre impresión en el Metropolitano. En la prensa escrita, algunos comentarios cargan las tintas: ‘ya no tiene el espíritu del año pasado’, o ‘el equipo cuya revolución en el fútbol podría imitar el país, ahora es triste e insípido’”, señalaba en su libro Arbiser, quien concluía que “si bien Racing participa de los dos torneos, es sólo en uno donde puede poner ‘toda la carne al asador’: la Copa Libertadores”.En la rueda de semifinales, la Academia se topó con River –otra vez-, Colo Colo de Chile y Universitario, campeón peruano que contaba con la base del seleccionado que dejaría a la Argentina sin pasaje al Mundial de 1970. El campeón argentino justamente debería jugar un desempate con el equipo crema, tras igualar en lo más alto del grupo, con 9 puntos (cuatro victorias, un empate y una caída). En esa zona, Racing se había impuesto en Lima, donde la noche terminó en caos por enfrentamientos entre hinchas y policías, mientras que en Avellaneda hubo venganza del cuadro peruano: con dos goles en un par de minutos, dio vuelta el resultado y ganó 2-1 en el Cilindro.Santiago de Chile fue elegida como la sede para el desempate que determinaría al finalista de la Copa. Con un doblete del Toro Raffo, la Academia ganó 2-1 y sacó boletos a la gran final, en la que se toparía con Nacional de Montevideo. “Fueron partidos muy difíciles, pero pudimos demostrar nuestro juego y personalidad para llegar a la final”, repasa Rulli en la charla con LA NACION, en la que remarca que Pizzuti estaba en todos los detalles, adentro y afuera de la cancha.“Sabíamos que las finales iban a ser guerras más que partidos normales. Pizzuti fue el primero en interpretarlo y por eso decidió copiar algo que distinguía a los equipos uruguayos: además de jugar bien, se movían en grupo en cada jugada para reclamar y estar encima del árbitro y de los rivales. Nacional no se esperaba eso, los sorprendimos”, describe Rulli, quien exhibe cómo el enorme técnico albiceleste también pensó en la seguridad de sus dirigidos: “Después de empatar 0-0 la ida en Avellaneda, en la revancha todos nos daban por ‘muertos’. Pizzuti llevó acreditados como fotógrafos a boxeadores, así estaban adentro del campo de juego por cualquier cosa”.“El partido en Uruguay fue horrible. Una guerra total. No fue fútbol. Nos peleábamos en cada jugada, nos íbamos de a cuatro o cinco en cada falta. Fue terrible y muy desgastante”, especifica Rulli, titular en las tres finales ante el Bolso. Luego de sendas igualdades sin goles en Avellaneda y Montevideo, la Libertadores se definiría el 29 de agosto en el estadio Nacional de Santiago de Chile, donde la Academia había celebrado en el desempate de semifinales. “La presión para ese partido fue distinta, en Chile se jugó con menos violencia que en los primeros dos partidos. Demostramos que Racing era más equipo”, sintetiza el exmediocampista, de 88 años, que dialoga con este medio luego de su rutina matutina de gimnasio.Agustín Mario Cejas; Oscar Martín, Roberto Perfumo, Alfio Basile, Rubén Díaz; Rulli, Miguel Mori, Humberto Maschio; Cardoso, Juan Carlos Cárdenas y Raffo fueron los titulares elegidos por Pizzuti. Enfrente estaban, de un extremo al otro de la cancha, dos emblemas racinguistas: Rogelio Domínguez, arquero del equipo albiceleste campeón de 1951, y Rubén Sosa, sublime delantero que brilló en los títulos de la Academia en 1958 y 1961, en una ofensiva mágica y temible que compartía con Corbatta, Pizzuti, Pedro Mansilla y Raúl Belén.“Nosotros no éramos ningunos angelitos, pero pudimos jugar más y mejor”, analiza Rulli, que celebró junto con todos sus compañeros los goles de Cardoso y Raffo, que anotaron en el primer tiempo para la Academia. Milton Viera descontó en el complemento para Nacional, cuyos embates no fueron suficientes para doblegar a Racing, que así, al cabo de 20 partidos (14 triunfos, cuatro empates y sólo dos derrotas), se coronó como el nuevo dueño de América.El padre de la criatura, el entrenador Juan Jose Pizzuti, junto con Norberto RaffoMontanoMientras el plantel celebraba en el hotel de la capital trasandina, algunos jugadores de Nacional pasaron a felicitarlos por la consagración. Perfumo, que jugó los 20 partidos, fue un baluarte de la defensa, mientras que Maschio aportó su juego cerebral a un equipo que marcó una época y que, en noviembre de aquel 67, llegaría a la cima del planeta con el zapatazo del Chango Cárdenas. “Todos nos sentíamos importantes, éramos un equipo muy solidario y audaz”, sintetiza Rulli, quien rescata a todo el plantel: “Teníamos un gran grupo, muy unido adentro y afuera de la cancha. Hoy quedamos el Coco Basile, (Antonio) Spilinga y yo. Es un honor haber sido parte de ese equipo y recuerdo con mucho cariño a todos los compañeros y a Pizzuti, un verdadero maestro. Y también recuerdo a Tita (Mattiussi), que era una hermana mayor para todos”.El Racing de Gustavo Costas, mascota de aquel equipazo que ganó todo, sueña con emular al Equipo de José y alzar nuevamente la Libertadores, en la que con épica se clasificó a los cuartos de final. Rulli, a flor de piel, vibra por el fútbol como cuando defendía los colores: “Me emocioné con el triunfo ante Peñarol. El año pasado fue un honor enorme entrar a la final de la Sudamericana con el trofeo antes del partido. Racing tiene algo especial. Yo no era hincha, pero llegué al club y me enamoré. Lo quiero con locura. Me dio lo máximo. Lloré cuando descendió, como un hincha más. Ahora me alegra verlo pelear arriba. Lo siento así, es mí Racing”.Por Matías RuffetRacingMundo RacingCopa LibertadoresConforme aSeguí leyendo¿Quién lo para? 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