Pocas cosas dicen más sobre la salud de la economía de un país que el estado de su moneda. En la Argentina actual tres señales suman más preocupación a la que ya existe entre los ciudadanos de a pie y las empresas.Hace sólo 10 días, el ministro de Economía debió aclarar públicamente que dolarizar es un “delirio”. La sola idea de que esa posibilidad recorra el discurso público es sinónimo de la frágil estabilidad que el Gobierno ofrece a los argentinos.La segunda pasa desapercibida, pero es tendencia en el submundo. Las monedas de 25 y 50 centavos, y de $1 y $2 son ya inhallables. Por su contenido de níquel, bronce o cobre valen mucho más fundidas que por su valor monetario.El último indicio llegó en una curiosa conferencia en la que el Presidente informó un cambio que impulsa el BCRA, una entidad supuestamente autónoma. “Que un animal reemplace figuras de la talla de San Martín y Belgrano… Me parecía imposible silenciarlos de lo cotidiano, de lo que circula por nuestras manos”, dijo Alberto Fernández al presentar la nueva colección de billetes, en los que los animales autóctonos serán reemplazados por próceres (hombres y mujeres, esta vez) y, en el caso del papel de $100, la figura de Eva Perón.Fue un acto grandilocuente, en el que se evitó mencionar la palabra inflación y su impacto sobre el escaso valor de esos billetes. Lo que circula por las manos de los argentinos quema con una inflación anual de 50,9% en 2021 y una estimada de 70% para este año. No sumar un billete de una denominación más alta es un torpe intento político insuflarle al relato oficial más negación –silenciamiento- de la inocultable crisis. Nada puede ofender más a la historia que la devaluación de sus próceres y su moneda.Los números son arrasadores. En diciembre de 2017, se lanzó el billete de mayor denominación que hoy circula -muy rápidamente- de bolsillo en bolsillo. Con esos $1000 se compraban entonces US$53,3. Hoy, US$4,9. Ese papel está último en el ranking de América latina: es el de mayor denominación con menos poder de compra en toda la región. De hecho, los billetes que tenían las figuras de San Martín y de Belgrano, que tanta admiración despertaban en el Presidente, eran los de $5 y $10. El primero dejó de circular en febrero de 2020 y fue reemplazado por monedas, precisamente por su brutal deterioro al ritmo de la inflación. El segundo aún circula, pero su reemplazo por monedas es cada vez más visible.En 2017, con “un hornero” se podía comprar un 47% de la canasta básica alimentaria (mide la línea de indigencia); hoy apenas llega a un 7%. Entonces, se accedía al 19% de la canasta básica total (límite de la pobreza); hoy solo al 3%. Hace cinco años, con $1000 se compraban 7,40 kilos de asado; en la actualidad no se llega al kilo (0,95 kg). Con ese billete se adquirían 44 litros de nafta; hoy, sólo 9 litros. En la actualidad, un billete de $1000 debería ser uno de $6000 ajustado por inflación. El poder adquisitivo del hornero representa hoy $165 de 2017.Presentacion de los nuevos billletes con los proceres que reemplazaran a los animales, Albero Fernandez lo hace junto a Carlos Pesce y Marco del PontRodrigo NespoloSólo aquellos que más tienen pueden esquivar la destrucción de la moneda, que no es mérito exclusivo del actual gobierno. La clase media lo sufre. En los 90, un Volkswagen Gol costaba $10.000, o sea que con cien billetes de $100 (la mayor denominación) se podía comprar uno. En la actualidad, con cien billetes de $1000 ($100.000) no es posible comprar los cuatro neumáticos.Los más pobres son quienes más sufren esta pérdida de valor. En octubre de 2001, con $100 se compraba más de una canasta básica alimentaria (exactamente $60,50, o sea, una 1,65 canasta). Algo sobraba de ese billete de la máxima denominación de entonces. Hoy, la canasta cuesta $13.763, por lo que necesitan catorce billetes.“Los salarios reflejan una caída del 20% desde el pico de 2018, aunque el último año en particular los aumentos en salarios y jubilaciones lograron empatar a la inflación, salvo los ingresos de los informales, que todavía reflejan caídas reales y acumulan pérdidas de casi el 30% desde 2018″, indicó un informe de Econométrica, que prevé este año otra licuación.Ahorro en la impresiónPodrán criticarse la fauna, la flora y los peluches en los billetes argentinos, pero cuando Cambiemos modificó el papel moneda lo hizo incorporando tres nuevas denominaciones ($200, $500, y $1000). Según dicen sus impulsores, se tomó la decisión “cuidando el mango”. Dan un ejemplo: el billete que menos se ve de la serie de animales es el de $100. Es que había muchos “Evita” impresos y, dicen, era un “derroche” reemplazarlos a todos por la actual taruca.Agregan un dato inquietante de lo que significa no incorporar otra denominación. Emitir sólo billetes de $100 entonces –si no hubiera aparecido el de $1000 en 2017- hubiera multiplicado por diez el costo de impresión. Un estudio de esas fechas decía que haber introducido billetes de $200 y $500 antes –el kirchnerismo tenía prohibido al BCRA hablar de inflación- hubiera ahorrado US$640 millones. Otro dato: las monedas de $1, $2 y $5 de árboles y floras son de acero enchapado, que no tenía valor de fundición. La de $10, en cambio sí (es de alpaca), pero esos $10 siguen siendo mucho para algunos.Fuentes del sector financiero dicen que el costo de llevar los nuevos billetes lanzados por Alberto Fernández no es significativo. En cambio, el BCRA todavía no dio a conocer detalles que son claves para conocer los plazos para su circulación: para que estén en toda la red, contaron, pueden pasar de tres a seis meses, dependiendo del banco.En la actual administración de Miguel Pesce afirman que un billete de mayor denominación no llega porque la entidad empuja el proceso de digitalización del sistema de pagos y el uso del dinero electrónico. “En esta etapa no se considera necesario emitir un billete de mayor denominación”, concluyen, pese a los cortocircuitos con los representantes de las fintech y las advertencias logísticas de los bancos.Pero en mayo de 2020, el BCRA había avanzado en el análisis de un billete de $5000. “Tenía hilos de seguridad muy flojos”, dijeron fuentes que conocieron el apuro. Entonces se mencionaba a Cecilia Grierson y Ramón Carrillo como figuras para el anverso. “Cristina no quiso. Cree que alimenta la inflación”, justificaron sobre la postura de la vicepresidenta, que afirma que la emisión monetaria no genera inflación.Francisco JueguenTemasComunidad de NegociosMonedas y billetesInflación y preciosAlberto FernándezBanco CentralConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Comunidad de NegociosIncertidumbre. Proyectan una caída en el uso de fertilizantes por la suba de precios, el cepo al dólar y la falta de disponibilidadCambios en el Gobierno. Quién es Guillermo Hang, el nuevo secretario de Comercio InteriorLa obsesión de Cristina. El arduo equilibrio del Gobierno para no quedarse sin dólares y la amenaza imprevista de este año