escucharescucharJulia agarra el plato y no dice nada. Es un instante. Es una eternidad. Mira fijo el huevo duro y el tomate. Mira fijo eso que, no hace mucho tiempo atrás, fue su almuerzo y fue su cena gran parte de la semana. El desayuno era una tostada. La merienda, una manzana.Ahora, todo está desplegado sobre el mantel en un intento por representar lo que esas cuatro comidas eran para ella. El huevo, el tomate, la tostada y la manzana parecen náufragos sobre la gran mesa vacía.Vacía. Así se sentía también Julia.Una tostada en el desayuno. Una manzana en la merienda. Un huevo y un tomate en el almuerzo y lo mismo en la cena. Eso era lo que solía comer Julia durante un día durante el momento más agudo de su enfermedad. Santiago Filipuzzi – LA NACION“Cuando todo se fue al carajo, hubo un momento en que, literalmente, dejé de comer. Como siempre fui gordita, aunque bajé de peso un montón nunca llegué a estar re flaca y mi familia no se daba cuenta. No podían entender que tenía un problema y la verdad es que al principio, yo tampoco”, cuenta.Este año, Julia fue diagnosticada con anorexia nerviosa atípica, un trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por tener los mismos síntomas físicos y psicológicos que la anorexia nerviosa típica (más conocida como “anorexia” a secas), salvo uno: un peso significativamente bajo.El resto, es igual. En el caso de ambas enfermedades, las personas presentan un temor excesivo a engordar; se obsesionan con la comida y con la imagen corporal; restringen las calorías con dietas extremas; suelen saltearse comidas y adquirir otros hábitos como hacer ejercicio compulsivamente, usar laxantes o recurrir a los vómitos como una forma de purgarse.Para Julia, todo empezó en las vacaciones de 2020, cuando ese virus en China dejaba de ser solo un motivo de memes en nuestros WhatsApp y empezaba a alarmarnos de verdad. Ella era una adolescente de 16 años que nunca se había sentido cómoda con su cuerpo y decidió comenzar a “cuidarse”.“En mi familia somos todos de cuerpo grande y tenemos una predisposición a engordar. Mi papá llegó a pesar 120 kilos y hoy pesa 90 porque se mantiene con las comidas y entrena mucho. Tengo parientes que se hicieron el bypass gástrico y mi mamá estuvo internada por una anorexia a los 18 años. Llegó a estar flaquísima y casi se muere”, dice Julia, que hoy tiene exactamente esa edad. Su mamá le contó que en la casa de su infancia había candados en las alacenas, se tapaban los espejos y abrir la heladera estaba terminante prohibido.“Vos no podés tener anorexia”Julia arrancó a entrenar en su casa en el momento en que el mundo quedó en stop por la pandemia. Su papá siempre hizo deporte y tenían armado un gimnasio con lo necesario. Después, fue a una nutricionista que le dio una dieta basada en plantas.“Yo mido 1,60 y cuando comencé a hacer ese cambio en las comidas, en julio de 2020, pesaba 80 kilos. En diciembre, había bajado a 65″, recuerda. Más adelante, la balanza llegaría a marcar 58. Una pérdida de más de 20 kilos en medio año.El resto sucedería como en un efecto dominó. Masticar y escupir los alimentos. Ir al gimnasio hasta tres veces por día, llegando a entrenar cinco horas. Los bajones de presión en la calle y la sensación “de que la iba a quedar ahí”. El mal humor. El pánico a subir de peso.Julia se estaba consumiendo pero nadie (a excepción de su novio, que jugarían un rol clave en lo que vino después) parecía notarlo. Al contrario. Ella nunca tuvo bajo peso y las nutricionistas le decían que estaba “perfecta”, que siguiera así. Sus padres la animaban. Estaban orgullosos de esa hija estaba “cada vez más flaca”.Mientras tanto, ella tambaleaba al borde del precipicio.Aunque nadie parecía notar su sufrimiento y todos la felicitaba porque estaba “cada vez más flaca”, por dentro Julia se sentía al borde del precipicio.
Shutterstock – ShutterstockEl punto de inflexión en esta historia lo marca la consulta que hizo la adolescente con una nutricionista especializada en trastornos de la alimentación, y que es la profesional que ahora la acompaña en su recuperación. Su novio le consiguió el contacto y la médica llegó rápidamente al diagnóstico de anorexia atípica.Los riesgos para la salud del cuerpo y la mente son los mismos que en la anorexia a secas: desde la desnutrición y sus secuelas (como que el corazón lata más lento y se adelgacen sus paredes) hasta la depresión y las ideas de muerte.Para Julia fue complicado entenderlo: “Nunca me lo hubiese imaginado. Todos me veían como a una persona que estaba, entre comillas, en su peso saludable”, afirma. Ese es un denominador común en pacientes que, por sus características físicas, suelen escuchar de su entorno: “Vos no podés tener anorexia”.“No doy más”Según las especialistas consultadas por LA NACION, la anorexia atípica es uno de los trastornos de la alimentación más invisibles y subdiagnosticados que existen, a pesar de ser también de los más frecuentes, incluso, más que la anorexia típica.En la sociedad en general y en el ámbito de la salud en particular, hay un gran desconocimiento sobre esta categoría diagnóstica relativamente reciente. Y es que las pacientes (en general son mujeres, pero también afecta a varones) escapan al estereotipo que durante décadas se construyó en torno a la anorexia: la idea de que únicamente las personas extremadamente delgadas pueden tenerla.Juana Poulisis, psiquiatra y autora del libro Los nuevos trastornos alimentarios (Paidós), explica que la anorexia atípica se desarrolla en quienes pierden un gran porcentaje de su peso en muy poco tiempo, pero “tienen normopeso (el que se considera adecuado para alguien según determinados parámetros médicos) o sobrepeso”.Lo fundamental, subraya la psiquiatra, es entender que “su cabeza funciona como la de una persona con anorexia típica”. Y recuerda: “No se puede decir con solo mirar a una persona si tiene o no un trastorno de la conducta alimentaria”.Después del confinamiento, cuando arrancaron de nuevo las clases presenciales, a Julia los profesores del secundario no la reconocieron. “Si bien había empezado con algunos pensamientos que me alarmaban, mucha importancia no les di”, asegura. Todavía faltaban meses para llegar a su diagnóstico.LOS MITOS SOBRE LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN QUE ES CLAVE DERRIBARAntes de eso, hubo momentos que la marcaron. Como la tarde en que, en un cumpleaños, su mamá la vio con un puñado de caramelos y le dijo que “aflojara un poco”. Julia, que no había querido tocar ni la torta ni las hamburguesas, se quebró: “No sé qué hacer con la comida. No doy más”.Pero ese desesperado pedido de ayuda no tuvo respuesta. Le dijeron que ella no estaba enferma, que no exagerara, que un trastornos de la alimentación era lo que había tenido su madre (y que incluía la flacura más extrema), que no buscara llamar la atención. “Yo estaba tan mal como había estado mi mamá, pero ellos no se daban cuenta”, señala la chica.Si bien la anorexia atípica afecta sobre todo a mujeres, también la desarrollan varones. Shutterstock – Shutterstock“¡Qué bueno, estás mucho más flaca!”Aunque en la Argentina no hay cifras sobre la prevalencia de la anorexia nerviosa atípica, según un artículo recientemente publicado por The New York Times, estudios en Estados Unidos sugieren que la cantidad de personas que desarrollarán este trastorno a lo largo de sus vidas será, incluso, hasta tres veces mayor que las que tendrán anorexia a secas.¿De qué porcentajes estamos hablando? De acuerdo a algunas estimaciones, el 4,9% de la población femenina podría tener anorexia atípica. En el caso de los varones jóvenes, sería un número mucho menor: 1,2%.“Es un trastorno peligroso porque frecuentemente ni la familia ni los médicos lo pueden reconocer. Incluso, elogian a la persona por su impresionante pérdida de peso, cuando en verdad está enferma”, advierte Alejandra Freire, nutricionista del Servicio de Cirugía del Hospital de Clínicas. “Una chica obesa que baja de pronto 15 kilos, muchas veces es ‘premiada’ con frases como: ‘¡Qué bueno, estás mucho más flaca!’. Pero en el fondo, la paciente piensa: ‘No me digas esto porque la estoy pasando re mal’”.Eso era exactamente lo que le ocurría a Julia. “Mi familia en ningún momento se alarmó porque bajara de peso. Había un asado, yo comía solo ensalada, y me felicitaba. Mis amigas también me felicitaban: ‘Tenés un lomazo’. Pero yo no me podía poner una bikini porque me seguía viendo gorda”, cuenta.A esta enfermedad hay que sumarle otra complejidad. “Muchas veces son chicas que temen volver a la obesidad o a un peso donde la pasaban mal, porque les hacían bullying o sufrían discriminación”, asegura Freire.Julia recuerda cómo, cuando estaba en el momento más agudo de su enfermedad, anotaba todo lo que consumía y se medía los contornos de las piernas, abdomen, busto, espalda y brazos. Además, pasó por varias nutricionistas que le marcaban lo mismo: que siguiera adelante con las dietas y que entrenara más.Ella pasaba cada vez más horas en el gimnasio y se acuerda patente de una tarde donde, al final de la clase, mientras estaba sentada elongando y delante del resto de las alumnas, el profesor empezó a pellizcar su abdomen. “Me agarró la grasa y me dijo: ‘Te voy a armar un plan nutricional para que bajes 10 kilos”, recuerda Julia.Poco a poco, Julia fue sacando todos los carbohidratos de su dieta, inclusive la tostada del desayuno. Santiago Filipuzzi – LA NACIONUn trastorno “nuevo” con cada vez más diagnósticosRecién en 2013, la anorexia nerviosa atípica fue incorporada dentro del apartado “otros trastornos alimentarios” por el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM 5), el famoso Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, por el que se rigen profesionales de la salud mental de todo el mundo.A pesar de que ya transcurrió casi una década, las especialistas consultadas indican que recién en los últimos años fueron creciendo los diagnósticos. Freire menciona un investigación realizada por The Royal Children’s Hospital en Melbourne, Australia, que evidencia cómo, mientras que en 2008 el 20% de la población que se atendía en su servicio de trastornos de la conducta alimentaria, presentaba las características de una anorexia atípica (aunque todavía no existía ese diagnóstico como tal), en 2021 la cifra había trepado al 40%.¿Cómo se explica que los casos se hayan duplicado? “Hay más conocimiento por parte de los profesionales y además más consultas. En los últimos años la problemática se fue volviendo visible en los medios y en los congresos, lo que hizo que cada vez más pediatras o médicos clínicos hicieran las derivaciones a los especialistas”, señala Freire.“Era un trapo: no tenía fuerza ni para caminar”Durante la pandemia, en el país las consultas por trastornos de la conducta alimentaria crecieron en un 100% y los casos de anorexia nerviosa atípica no fueron una excepción.Los efectos en la salud de las personas son igual de riesgosos que para las que tienen anorexia típica: desnutrición; disminución de la temperatura corporal, de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial; deshidratación y, en algunos casos, ausencia de menstruación (amenorrea). Además, existen probabilidades de desarrollar otras patologías asociadas como depresión (incluso, ideación suicida) y ansiedad.Julia sentía cómo la enfermedad la iba apagando. Sobre todo, porque sus pedidos de ayuda, tanto a sus padres como a algunas nutricionistas por las que había pasado, caían en una bolsa rota. “Una vez fui a ver a una después del gimnasio. Eran las 15 y solo había almorzado un poco de rúcula con tomate. Cuando me pesó, le dije: ‘No me gusta mi cuerpo, quiero estar más flaca y siento culpa cuando como cualquier cosa’”, cuenta la adolescente.La médica le respondió: “Que te sientas culpable significa que sos muy responsable. Si querés estar más flaca y linda vas a tener que sacar la tostada del desayuno y no comer ninguna fruta, solo arándanos”.En pocos días, Julia bajó cinco kilos más.“Como casi no comía casi nada, salía del gimnasio y me caía. No rendía: eran las siete de la tarde y estaba muerta. Físicamente se me veía bien entre comillas: estaba flaca, pero tenía unas ojeras que se me caían, mi humor no era el mismo y un conjunto de cosas súper negativas”, cuenta la joven.“Que te sientas culpable significa que sos muy responsable”, le dijo una nutricionista a Julia. Santiago Filipuzzi – LA NACION“Debemos trabajar en la aceptación corporal”La internalización del ideal de delgadez como sinónimo de éxito o belleza y la presión social por alcanzarlo, lleva, para Poulisis, a un mayor grado de insatisfacción corporal, “especialmente en adolescentes y adultos con sobrepeso u obesidad”. Esto los convierte en una población de alto riesgo para el desarrollo de un trastorno de la alimentación.DEL “CHICLE Y AGUA” AL “DESAFÍO DE LA CINTURA”. ASÍ OPERAN TIKTOK Y OTRAS REDES EN LOS TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓNPara que las personas que desarrollan una anorexia atípica sean diagnosticadas de forma temprana y reciban un tratamiento adecuado, dentro del ámbito de la salud hay un movimiento que propone fusionar las categorías de anorexia y anorexia atípica en una sola, con el objetivo de dejar de verlas como enfermedades separadas y desvincular así la anorexia de su asociación como un sinónimo de delgadez. Poulisis adhiere a esta idea, que implicaría un cambio de paradigma en el campo médico.“Uno de los grandes trabajos que debemos hacer tanto los agentes de salud como el entorno de las personas con sobrepeso, es ayudarlas a aceptar su cuerpo y trabajar en la premisa que promueve el enfoque del movimiento The Health at Every Size: la idea de que la salud puede darse en todas las tallas y tipos de cuerpos, siempre y cuando haya un plan de actividad física y una alimentación responsable”, señala Poulisis. Y agrega: “Nuestro peso no es una decisión ni una conducta. Está biológicamente determinado: naturalmente existen cuerpos grandes y delgados. Alguien puede tener un cuerpo grande y todos los parámetros clínicos demostrar salud”.CÓMO PREVENIR QUE TU HIJO SE OBSESIONE CON LA ALIMENTACIÓNLa recuperación“Te soy sincera: ya no sé qué más hacer”, le dijo Julia a su novio en abril de este año. Él ya se había dado cuenta de que no estaba bien y había intentado ayudarla. Rápidamente, le pasó el contacto de su actual nutricionista, que integra un equipo especializado en trastornos de la alimentación.Para Julia fue un desafío enorme empezar a comerse un alfajor en la merienda o un plato de fideos al mediodía. La recuperación no fue ni es un camino lineal. Al contrario. Hubo un momento en que pasó de la restricción más extrema a desarrollar un trastorno por atracón, una especie de efecto rebote que suele darse con frecuencia en estos casos.Durante varios meses, este era el almuerzo y la cena de Julia gran parte de la semana. “Para mi familia, que seas gordo es traumático”, reflexiona hoy la adolescente.Santiago Filipuzzi – LA NACIONPoco a poco se fue estabilizando, con mucho acompañamiento de su novio y la profesional. “Hoy me doy cuenta de que la historia familiar pesa un montón. Para mi familia, que seas gordo es traumático. Para mi mamá, tener una hija gorda habiendo tenido una anorexia, es un trauma. Empecé a entenderlo de a poco, pero costó un montón”, señala la chica.Dice que su relación con la comida cambió totalmente. “El alta no la tengo: no estoy recuperada pero estoy más cerca de eso que de recaer de nuevo”, concluye la joven.Más informaciónEstos son algunas señales de alerta a las que hay que estar atentos:Restricciones alimentarias: se manifiesta no solo en cantidad de las porciones, sino también en el salteo de comidas o en el mostrarse inflexible respecto a que sea “todo light”.Miedo intenso a ganar peso.Distorsión de la imagen corporal. (“Yo me seguía viendo gorda aún después de haber perdido 20 kilos”, dice Julia).“Food talking” y “body talking”: hablar todo el tiempo de comida y cuerpos.Pérdida significativa del peso en poco tiempo.Puede aparecer signos físicos como caída del cabello, cambios en el ciclo menstrual y baja de presión.Tristeza, angustia e irritabilidad.Aislamiento social.Dónde buscar ayudaHospital Durand: Tel.: 011 4982-5555 / 5655Hospital Piñero: Tel.: 011 4631-8100 / 0526Hospital Borda: Tel.: 011 4305-6666 / 6485Hospital Pirovano: Tel.: 011 4546-4300Hospital Argerich: Tel.: 011 4121-0700Hospital Garrahan: Tel.: 011 4122-6000Hospital Gutiérrez: Tel.: 011 4962-9247La Casita es un centro de atención y prevención para adolescentes y jóvenes y su familia. Para el abordaje de la problemática que pueda surgir, trabaja enfatizando los recursos de la persona y su sistema familiar apoyándose principalmente en el grupo de pares. Tel.: 011 4787-5432.CITPAD es una institución médica especializada en anorexia, bulimia y trastornos depresivos. Tiene un hospital de día. Tel.: 011-4863-7640María AyusoTemasTrastornos de la alimentaciónSalud mentalAdolescentes en crisisConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Trastornos de la alimentación”Competir por quién come menos”. Así opera TikTok en los trastornos de la alimentaciónAumento de casos. Cómo identificar si alguien tiene un trastorno alimentario en tu entorno“Elegías qué y cuándo podía comer”. Una adolescente le escribió una conmovedora carta a su “enemiga”