General

Homenaje a los migrantes

La tarde en que murió mi abuela, fue la misma en la que la vi por primera vez en veinte años. Tras doce horas de vuelo, había llegado a Boston con ese gusto amargo en la boca que nos deja la ansiedad. Desde nuestra última conversación telefónica sabía que todo lo dicho por esa voz tierna y afónica había sido una despedida anticipada. Ese jueves de agosto, me dirigía hacia el inevitable adiós.Seguir leyendo

Fuente