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Oportunidades vestidas de falsos problemas

La Argentina se comporta como un país ensimismado, ajeno a la nueva realidad de un mundo incierto, ciego ante los nuevos peligros, sordo ante las sorpresivas oportunidades que esas convulsiones pueden otorgarle.La invasión rusa a Ucrania acelera situaciones no previstas, como la revalorización de recursos esenciales con los que el país cuenta. Pero, insólito, a los gobernantes argentinos no se les ocurre otra cosa que lamentar la buena fortuna que nos regala chances como cara inversa de la desgracia de la guerra en Europa.Es un caso sin antecedentes. La Argentina produce alimentos y los precios se disparan y prometen mantenerse altos en los próximos años por el colapso bélico de la “panera de Europa”, la llanura fértil equiparable con nuestra pampa húmeda. También es una mala noticia la formidable oportunidad que significa tener Vaca Muerta, la segunda reserva de gas no convencional del mundo.”¿Qué país no querría ver que sus productos agropecuarios tienen una demanda extraordinaria y sus precios aumentan hasta reponer rentabilidades similares a las que tuvo Néstor Kirchner durante su mandato presidencial?” Los rezongos del oficialismo frente al “problema” del precio local de los alimentos o por la incapacidad para extraer y distribuir el gas son hijos de un descalabro mayor. Es el resultado de naturalizar las distorsiones y de correr detrás de sus consecuencias.El kirchnerismo convierte soluciones y oportunidades en problemas. ¿Qué país no querría ver que sus productos agropecuarios tienen una demanda extraordinaria y sus precios aumentan hasta reponer rentabilidades similares a las que tuvo Néstor Kirchner durante su mandato presidencial?Es el mismo país que poco menos que lamenta tener lo que el resto del mundo envidia.La Argentina encontró hace más de una década que la ciencia había desarrollado tecnología y recursos para hacer rentable la explotación de reservas de gas para más de un siglo y medio. Durante ese mismo lapso, se multiplicaron los subsidios a las tarifas locales y aumentaron las importaciones de gas licuado, un gran negocio para los pocos que participan de él.”El delirio energético es también geográfico. Veamos lo que sucede con los subsidios al transporte” Desactivar la bomba de los subsidios le costó tirar una gran parte del capital político de la presidencia de Mauricio Macri, solo para que, al regreso del kirchnerismo, volvieran a agigantarse las brechas entre el costo real de la energía y lo que pagan los privilegiados habitantes del AMBA.El delirio energético es también geográfico. Veamos lo que sucede con los subsidios al transporte. Un pasajero que toma un colectivo en La Matanza paga cuatro veces menos que otro de Bariloche, Bahía Blanca o Mar del Plata, y tres veces menos que los santafesinos, rosarinos y cordobeses. El boleto para porteños y bonaerenses del conurbano es la décima parte de su costo real, solo porque al kirchnerismo se le ocurre que así su clientela electoral estará más contenta.Si subsidiar hasta una distorsión irremontable es el problema original, discriminar por región o zona torna todavía más injusto el precio de los caprichos políticos convertidos en problemas fiscales.El campo argentino vuelve a tener una enorme oportunidad en un mundo cruzado por los efectos del cambio climático y por la guerra en uno de los principales centros de producción agrícola.En cambio, quienes tienen que liderar ese impulso para que el éxito del sector motorice la economía de todo el país actúan en contrario a toda lógica: aumentan la presión impositiva, desalientan las exportaciones por la vía de cepos e impuestos a la renta inesperada y demonizan a los protagonistas del sector más dinámico de la producción.Las facilidades que ofrecen la llanura y el agua potable, junto con el desarrollo biotecnológico del sector agropecuario, son ventajas comparativas que el gobierno de turno combate con especial ahínco. Dato: por razones climáticas, pero también por la desconfianza y la falta de incentivos, se prevé que la próxima siembra de trigo pueda ser hasta un 25 por ciento menor a la del año pasado.Ahí donde cualquier país se dispondría a incentivar mayor producción, en la Argentina se persigue a los productores y se los acusa de cobrar precios fijados en mercados en los que no participan de la decisión.Al Gobierno le preocupa el precio del pan con tanta intensidad como le resulta indiferente que los argentinos tengan una moneda fuerte e ingresos suficientes para pagar los productos que necesitan a precios reales. El año pasado, en otra genial maniobra para la construcción del desastre, llegó a impedir la exportación de carne para que bajara el precio en las carnicerías. El resultado es que se produce menos carne, entraron menos divisas por sus ventas al exterior y el precio de la carne para los consumidores argentinos siguió escalando sin freno.Existe en la Argentina una extraña insistencia en aplicar mecanismos que ya fracasaron, decorados con relatos épicos que chocan invariablemente con el sentido común y los hechos.Sin embargo, la destrucción del país es más complicada de lo que parece. Los recursos que suma el sector agropecuario, además de los que ofrece la propia naturaleza, suelen generar oportunidades como las que una vez más ya están frente a los argentinos.Esas chances existen, aunque el discurso del Gobierno las presente como problemas. Y mientras se cocina a fuego lento la carrera presidencial de 2023, son esas nuevas esperanzas las que dibujan un horizonte menos sombrío en estas horas de intemperie, desconcierto, división y pesimismo.Sergio SuppoConforme a los criterios deConocé The Trust Project

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