Sabado

La Casa Mínima. Tiene dos metros y medio de frente y esconde un mito detrás de sus muros

>LA NACION>SábadoEs la construcción más angosta de la ciudad; está ubicada en San Telmo, en el Pasaje San Lorenzo3 de mayo de 202211:35Laura ReinaLA NACIONBaldomero Fernández Moreno, el “primer poeta urbano” le puso el nombre. Al hacerlo, hizo gala de su conocida capacidad descriptiva. La Casa Mínima -así la llamó el amigo del gran Jorge Luis Borges y así se sigue llamando- es la casa más estrecha de Buenos Aires. Pero a pesar de su curiosa angostura, sus escasos dos metros cincuenta de frente no pasan desapercibidos para los que circulan a pie por el pasaje San Lorenzo altura 380 (en la intersección con Defensa), en San Telmo, y se detienen frente a la puerta de madera color verde, que tiene un tamaño bastante normal a pesar de la estrechez de la estructura que la contiene.“La casa más pequeña de Buenos Aires yo no voy a decir a decir el número, el que quiera, que la busque”, escribía el poeta en la Guía caprichosa de Buenos Aires, donde le dedica un texto. Debió ser un gran hallazgo para el médico de profesión que se dedicaba a recorrer las calles Buenos Aires de principios de siglo XX haciendo una minuciosa antropología barrial. “Una fachada lisa, con una puerta de dos hojas en el medio pintadas de verde con una cerradura y falleba de hierro, y con el número en alto, como una flor en la solapa. Es de dos plantas. Exactamente encima hay un balconcito con barrotes verticales de hierro”, la describió en lenguaje llano el autor de Setenta balcones y ninguna flor, sin sumarle ningún firulete literario.El frente de Casa Mínima, en el pasaje San Lorenzo al 380.Fabian Marelli – LA NACIONLa fantasía… y la realidadPero, ¿quién vivió ahí y por qué tiene esas escasas dimensiones? Estas son algunas de las preguntas que rodean de misterio a esta casita de la época de la colonia (es anterior a 1810, año que es considerado límite para establecer el fin de ese período histórico). “Hay mucha gente que viene a visitarla con el mito de que aquí vivía un esclavo liberto, poco después de que el Triunvirato decretara la prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias Unidas y la Asamblea del Año XIII ordenara la Ley de Libertad de Vientres. Sin embargo, la esclavitud se abolió con la Constitución de 1853 y Buenos Aires adhirió a ella unos años después”, dice Enrique Salmoiraghi, museólogo y gestor cultural con estudios en artes visuales (es director de Espacio Byte, un museo digital) que oficia también de guía de la Casa Mínima.Pero los mitos se alimentan de algo de realidad y bastante fantasía. ¿Cuál es la verdad? “Hubo una investigación exhaustiva y la conclusión a la que se llegó es que, en primer lugar, esta casa no fue construida como tal sino que formaba parte de una estructura mucho más grande que ocupaba toda la esquina hacia Defensa”, cuenta el especialista.La fachada de la Casa Mínima en una Buenos Aires que promediaba el siglo XXA fines del 1800 los Lezica Peña (dueños y primeros habitantes de la propiedad) decidieron transformar el caserón colonial con el típico patio central característico de la arquitectura de aquellos años, en un conventillo. Se trataba de un negocio rentable para la época ya que llegaban en barco grandes contingentes de inmigrantes de todas partes de Europa y era el espacio que utilizaban de vivienda transitoria, en el mejor de los casos, o permanente si no lograban progresar e irse a otro lugar. No hay que olvidar, además, que a fines del siglo XIX hubo una fuerte epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires y los porteños abandonaron el sur de la ciudad y huyeron hacia el norte (lo que se conoce hoy como Recoleta).“En esos años no se sabía que la enfermedad era transmitida por un mosquito, se creía que algo estaba mal con la zona y esas familias acomodadas se fueron de San Telmo huyendo de la peste -cuenta Salmoiraghi-. Pero la mayoría de esas casas deshabitadas no quedaron abandonadas o fueron ocupadas ilegalmente, sino que sus propietarios las transformaron en conventillos. Alquilaban sus habitaciones a los inmigrantes y ganaban mucho dinero con eso. Era un negocio muy rentable en ese momento, a fines del siglo XIX y principios del XX”, destaca y cita como ejemplo una huelga de inquilinos de conventillos del año 1907 de la que participaron unos 100 inquilinatos. Entre otras cosas sus habitantes pedían una reducción del 30% del precio de los alquileres y mejores condiciones de vida. La huelga duró unos 3 meses.El patio interno y la escalera que se reconstruyó como la original a partir de una pintura de la épocaFabian Marelli – LA NACIONPero además del conventillo los Lezica Peña convirtieron un pedacito de la casa (lo que era el altillo y la entrada de servicio) en una vivienda para alquilar en forma independiente, con su propio baño, patio y cocina. “Era una especie de vip para ese entonces, ya que en el conventillo las familias estaban forzadas a compartir uno o dos baños y una cocina entre todos. Levantaron una pared y la separaron del resto de la casa para crear esta unidad. En 1890 surge, entonces, la Casa Mínima tal como se la conoce hoy. Durante poco más de 80 años fue el hogar de los Lezica Peña y después un conventillo con una casita independiente que alquilaban”.El último inquilinoJorge Eckstein, hombre de la industria química que también es dueño de El Zanjón de Granados, otra construcción histórica e icónica de San Telmo, fue quien rescató en 1994 a la Casa Mínima del estado de abandono. “Lo primero que hizo fue poner a trabajar a un equipo de arqueólogos. Ellos llevaron adelante una excavación y después de eso, intentó reconstruirla lo más parecida posible a la versión colonial”, cuenta el guía. En primer lugar, decide sacar una escalera caracol que conectaba el patio (que conserva gran parte de su piso original) con la única habitación, ubicada en la primera planta.El espacio donde estaba la cocina y el baño; quienes la alquilaban estaban en una mejor posición que los habitantes del conventillo contiguoFabian Marelli – LA NACION“La historia de la escalera es muy interesante. Jorge quiso averiguar con los planos originales cómo era la original para poder replicarla tal cual, pero estaban perdidos. Hasta que un día en el Museo de Bellas Artes se encuentra con una pintura de una casa muy parecida a esta de un artista uruguayo llamado Figari, que venía mucho a Buenos Aires. Se queda parado viendo la obra un buen rato porque era muy parecida a la Casa Mínima. Tenía el patio central con las habitaciones y un altillo y un patiecito con una escalera y toma ese modelo para reconstruirla. Lo mejor es que años después esos planos originales aparecieron y la escalera que había hecho efectivamente era muy parecida a la que estaba”, cuenta Salmoiraghi.Pero para ser justos la Casa Mínima no es tan pequeña cuando se ingresa. Sus 13 metros de profundidad sorprenden a más de uno y dan la sensación de una inesperada amplitud. “Muchos visitantes, sobre todo los europeos, me dicen que no les parece tan pequeña, que incluso viven en casas más chicas que esta. Nosotros estamos acostumbrados a otras dimensiones, pero la verdad es que es bastante cómoda”, sostiene el guía, que cuenta quién fue el último inquilino de la Casa Mínima. “Fue Silvio Bassi, un artista que vendía sus producciones en la feria de San Telmo, a pocos metros de acá. Vivió aquí toda la década del 80, ya murió”, resume.Fue, sin proponérselo, el último habitante de la casa que ya es un mito de la ciudad de Buenos Aires.El balcón ocupa todo el frente de Casa MínimaFabian Marelli – LA NACIONLaura ReinaConforme a los criterios deConocé The Trust Project

Fuente