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Zipaquirá: el origen de Gustavo Petro, entre las ideas de izquierda, el M-19 y su barrio emblemático

ZIPAQUIRÁ, Colombia.- A pocos metros del primer cartel que indica la salida de la autopista norte hacia el municipio de Zipaquirá, de mano derecha, la sonrisa de Gustavo Petro y Francia Márquez dan la bienvenida en un anuncio gigante del Pacto Histórico. Es un primer acercamiento a esta ciudad a unos 47 kilómetros al norte de Bogotá donde no todos son petristas, pero quien no lo es, como dicen, “es porque el uribismo le lavó el cerebro”.En esta zona del departamento de Cundinamarca, las casas de ladrillo pintadas una de cada color con sus techos de teja conforman un barrio estilo colonial que aloja a poco más de 130.000 habitantes. El 46,6% de ellos eligió en la primera vuelta electoral a su antiguo vecino, Petro, el muchacho flaco con mirada pensante que vivió en casa de sus padres en la calle octava hasta sus primeros años de universidad. La ciudad donde creció fue la elegida para uno de sus últimos eventos de campaña antes de los comicios del 29 de mayo. Simpatizantes del candidato presidencial de la coalición Pacto Histórico, el izquierdista Gustavo Petro, asisten a un mitin de cierre de campaña en Zipaquirá, Colombia. (Foto AP/Fernando Vergara)“Claro que tenía esa mirada en la cara. Y todavía la tiene. Es que siempre fue muy inteligente y eso es lo que refleja”, dijo a LA NACION el licenciado Jesús Reina, profesor del Colegio La Salle de Zipaquirá, donde el líder de izquierda realizó el bachillerato y se graduó en 1976 como el mejor de su camada.“Cambio por la vida. Petro presidente”, auguran unos pocos carteles pegados en los vidrios de los autos y en algunos postes. Un número ínfimo en comparación con los que abundan subiendo unas cuadras hacia el monte, en el Barrio Bolívar 83, donde se respira lucha. Están en las ventanas, en las paredes, en las puertas detrás de las rejas. De cinco carreteras y cuatro calles, casi todas las quinientas casas que conforman el barrio expresan a viva voz su devoción por el exalcalde de Bogotá, que el domingo buscará derrotar en el ballottage al outsider Rodolfo Hernández. Es que para ellos es el mesías, el caudillo, el joven que con apenas 22 años movilizó a la gente y tomó el terreno que le pertenecía a la alcaldía para fundar este lugar de cero.“Él no tenía plata de sobra, como nosotros. Pero había que salir adelante. Entonces él venía y nos reunía, nos hablaba, y lo que nos decía lo contábamos a otros. Y así se fue sumando más y más gente, todos detrás de él”, contó a LA NACION Cecilia Blanca Guernica, de 76 años, una de las pocas mujeres fundadoras del barrio que todavía siguen viviendo allí.A su voz pausada y suave la acompaña una sonrisa que le surge al recordar a quien puede llegar a convertirse en el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia. “Nos tocó duro. Duro. Pero él nunca se dio por vencido y nosotros tampoco, porque nos sentimos seguros con él”. En su juventud, Petro era un apasionado de la lectura, cuenta a LA NACION su antiguo compañero de clase en el bachillerato Mauricio Cancino, que lo recuerda, lejos de ser arrogante, como una persona modesta que sobresalía por sí misma por sus “capacidades sin igual”. Se empapaba con el Manifiesto Comunista de Marx, con las teorías de Mao Tsé-tung y con la figura del “Che” Guevara.El primer episodio en el que demostró ser un líder fue cuando convenció a un profesor de química para que volviera a evaluar a todos sus compañeros reprobados y así poder terminar el secundario, relata Cancino.Cecilia Blanca Guernica y Lidia León observan una foto de las primeras reuniones para la fundación del 83Lucía Sol MiguelEl segundo fue la toma del monte en el que hoy se alza el Bolívar 83. En 1982, Petro ejercía su cargo de personero de la alcaldía de Zipaquirá, un puesto que en Colombia tiene la función de servidor del pueblo. La rebeldía de los movimientos de izquierda que seguía en los libros lo llevó a la realidad junto a un grupo de jóvenes que anunciaron que iban a ocupar las tierras abandonadas que pertenecían a la iglesia de Zipaquirá.“La policía venía por nosotros, pero nosotros seguíamos luchando. Nos sacaban a caballo, con gases, a algunos nos golpearon”, cuenta Marco Eli Vega, de los “antiguos” del barrio, que se acerca al kiosco de Cecilia Blanca, donde también vive, para reconstruir sus recuerdos.“Este barrio ha sido muy luchador. Damos gracias día a día. El hombre verdaderamente nos ayudó. La gente ve que una persona ayuda al otro y le da fastidio, que es guerrillero y que cosa. Pero Petro es guerrillero de la pobreza –expresa entre risas–. Es una bendición”.José Ruperto Cincuentis y Marco Eli Vega junto a un cartel de la campaña de Gustavo PetroLucía Sol MiguelLa alcaldesa en funciones finalmente pactó para que los vecinos adquirieran un lote a cambio de una mínima cota que les aseguraba el derecho a quedarse en el lugar. “El resto fue pico y pala. Traíamos agua desde arriba del monte con manguera. Nosotros hicimos el alcantarillado. Hacíamos grupos para cuidar el terreno entre nosotros. Y Gustavo delegaba gente para que nos colabore. Él venía a ver si lo que estaba haciendo estaba dando resultado”, relata Lidia León, miembro de “las viejitas de Petro”, como llaman a las fundadoras del barrio. Las mujeres ocuparon un rol principal en el cuidado de las tierras mientras los hombres trabajaban en la ciudad.Para 1984, el líder de izquierda había escalado al puesto de concejal de Zipaquirá y en la clandestinidad militaba para el movimiento M-19. “Escribía comunicados y los metíamos por debajo de las puertas en unas frías noches, a las 11 de la noche”, dijo el mismo Petro sobre sus primeros pasos en la guerrilla urbana.Armas“Yo nunca imaginé a Petro, así flaquito como era, con un arma. Eso era imposible”, confiesa Cancino, que asegura que realizaba tareas de convocatoria. Un año después de que el presidente Belisario Betancourt decretara el estado de sitio a nivel nacional para controlar el espiral incesante de violencia en el país, en 1985, Petro fue detenido por portación de armas. “Gustavo no cargaba armas en la mochila –expresa Guernica–, él cargaba libros para leer”.Ella también fue detenida, al igual que su hijo. “El Ejército me tiró la puerta abajo solo porque decían que tenía armas, por ser amiga de Petro. Yo nunca tuve un arma en mi vida”. José Ruperto Cincuentis fue llevado al mismo centro policial que Petro. Durante sus dos meses en prisión, lo golpearon hasta el borde de la muerte, dice. “¿Y qué recuerdo de esos meses? Que él pedía a los guardias que me dieran comida a mí”.El domingo, Gustavo Petro intentará hacer frente a su pasado de guerrillero que sus adversarios le recuerdan a diario. Ese mismo estigma también los persigue, aún hoy, a los vecinos del Bolívar 83. Lo sienten cuando dudan en decir de dónde vienen, por temor a las críticas. Lo evidencian en los constantes rechazos en puestos de trabajo. Como a Claudia Alarcom, de 45 años, hija de Cecilia Blanca, a quien le dijeron que su contrato de trabajo en un jardín de infantes se pondría en duda si el Pacto Histórico ganara la elección.Aunque su puesto esté en riesgo, Alarcom lleva en su cartera un pin con la cara de la fórmula izquierdista. Es que a Petro le debe, dice, y es su forma de agradecerle. “El voto por Gustavo es más por todo lo que ya hizo que por todo lo que vaya a hacer. Dios quiera que gane para tenerlo en este barrio pronto”.Lucía Sol MiguelSeguí leyendoModelo Bucaramanga. La “ciudad bonita” que catapultó el fenómeno Hernández en Colombia”Hay que elegir entre el menos malo”. Por qué Colombia enfrenta una de las elecciones más decisivas de su historiaValijas, fake news y espionaje. 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