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La rebeldía silenciosa de un “caso perdido” frente a la campaña del miedo

escucharescuchar“Somos estudiantes y docentes universitarios, y estamos explicando a los vecinos lo que está en juego este domingo”. Así se presentaban ayer, en algunos barrios de La Plata, integrantes de la comunidad universitaria.-”¿No suena un poco arrogante eso de venir a explicarnos lo que está en juego?”, los incomodó un vecino.-”¿Usted sabe que si gana Milei va a privatizar la universidad?”, arremetió uno de los estudiantes.-”Yo lo que sé es que esa afirmación no tiene ningún asidero político, ni institucional ni jurídico, y me da tristeza que estudiantes y docentes universitarios hagan afirmaciones sin ningún sustento”, les replicó el vecino.-”Vamos… es un caso perdido…”, se resignó otro de los militantes del oficialismo, frente a la rebeldía solitaria del interlocutor.La escena es apenas anecdótica, pero tal vez resulte ilustrativa: por un lado, muestra uno de los eslabones de la campaña del miedo, que en estas horas se ha intensificado tanto desde organismos e instituciones gubernamentales como desde universidades y hospitales públicos. Por otro, refleja lo que podría ser el riesgo de una estrategia basada en la subestimación del ciudadano.-”¿A usted no le preocupa lo que vaya a pasar con la universidad?”, desafió otro militante en un último intento frente a ese “caso perdido”.-”Sí, sobretodo me preocupa que siga manejada con sectarismo y con mecanismos turbios, además de ser financiada por chicos que ni siquiera llegan al colegio secundario, sin que esa desigualdad genere al menos un debate”.Diminuto y vecinal, el episodio tal vez sea representativo de una rebeldía espontánea y silenciosa contra la arrogancia, contra el fogoneo del miedo y contra la defensa del statu quo. Hace pocos días se viralizó en redes sociales el video de pasajeros de un tren que reaccionaron contra un dirigente oficialista que intentaba inculcar el temor a un aumento sideral en el costo del boleto. No es una reacción en favor de un candidato, sino en contra de las distorsiones, las simplificaciones y las tergiversaciones con las que se alimenta esa campaña sucia.Por supuesto que el miedo puede dar resultado, sobre todo en un país empobrecido, donde 18,7 millones de personas reciben un cheque del Estado y donde esa dependencia ha recortado, inexorablemente, la autonomía ciudadana. En esta coyuntura, además, el temor se monta sobre declaraciones, imágenes y tonos verdaderamente desafortunados del adversario del oficialismo, que justifican muchos interrogantes y prevenciones. La amenaza de la motosierra, en lugar de la promesa del bisturí, ya era suficiente para provocar algo más que simples reparos. Pero el poder ha llegado demasiado lejos: “si gana Milei, no se van a pagar los sueldos ni los aguinaldos y van a cerrar la mitad de los comercios”, les dijo el intendente kirchnerista de Castelli, Francisco Echarren, a los empleados municipales en un mensaje oficial. Todo resulta tan grotesco, que el ciudadano se siente agraviado, como si el sueldo no se lo ganara con su propio esfuerzo, sino que se lo debiera al magnánimo e inefable señor Echarren.No solo se subestima la capacidad de discernimiento y análisis del electorado, sino que se exhibe una confusión de fondo en la cultura del poder: los derechos son concebidos como una concesión gubernamental, y no como parte de una arquitectura jurídica e institucional que trasciende a los gobiernos y que es patrimonio de la sociedad. Se reivindica, además, el crecimiento de los subsidios, que en realidad son el reflejo de una Argentina empobrecida, de una economía enferma y de un Estado atravesado por la corrupción. “Te van a sacar el subsidio”, recita la campaña del miedo, mientras esconde el verdadero problema: una inmensa mayoría no puede pagar su propio boleto de colectivo o de tren y depende de un aporte estatal que –en un circuito perverso- paga el mismo ciudadano con inflación, deterioro salarial y mayor presión impositiva. A esto se agrega otra grave confusión: el uso de bienes y recursos del Estado en beneficio propio. Es paradójico, porque bajo la bandera de una supuesta defensa de “lo público”, una facción se apropia del Estado, hoy para hacer campaña, mañana para otra cosa.La Argentina se encamina a votar en una atmósfera en la que, en lugar de la esperanza, se incentiva el miedo, y en lugar del debate se exacerba la indignación. En ese clima, tal vez el reaseguro esté en una ciudadanía que no se deje engañar por fantasmas ni espejismos. De las reservas de madurez ciudadana dependerá, en definitiva, el futuro. Sea cual sea el escenario del lunes.Luciano RománConforme a los criterios deConocé The Trust Project

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