cultura

La historia de amor de Jorge Drexler y su familia con La Paloma, a través de las canciones

Jorge Drexler y Kevin Johansen en el festival de la canción iberoamericana La SerenaSon las tres de la mañana y en La Nodriza, el centro neurálgico del Festival de la canción iberoamericana La Serena, un grupo de músicos continúan cuidando que el fuego de la música no se extinga. Hace apenas una hora Jorge Drexler y Kevin Johansen habían actuado en el Cine Teatro La Paloma, en la fecha central del festival, donde compartieron canciones con artistas de otras regiones en un recital de dos horas, que funcionó como termómetro del alcance popular que empieza a tener este encuentro. Pero hay sed de canciones y por eso ahora en la madrugada y con amenaza de lluvia, un grupito continúa la cantarola en el búnker donde conviven, duermen, comen, lavan la ropa, y ensayan, unos treinta artistas de diferentes lugares.Daniel Drexler, el impulsor de esta idea que comenzó con un grupo de amigos alquilando una casa para reunirse a cantar en La Paloma y después de quince años se encuentra frente a un festival que sigue creciendo y no tiene techo, está cantando entre todos ellos. Esta es su utopía y la de su hermano Jorge -también la de su familia-, que eligieron como sede cancionera esta perla costera del departamento de Rocha, unida a una trama familiar que dejó huellas emocionales. Aquí, en la casa de verano que sus padres tenían cerca del faro, hermanos y primos, crecieron y torcieron el destino de una tribu de médicos y maestros, para darle cuerda a las antiguas vitrolas, y que apareciera el oficio de músico profesional en la familia.Daniel Drexler, fundador del Festival La SerenaEn este pueblo, Daniel Drexler y su prima Ana Prada estrenaron sus primeras canciones en público en un boliche tradicional. En su cine los hermanos Drexler vieron sus primeras películas prohibidas como Doña Flor y sus dos maridos, protagonizada por Sonia Braga. En sus playas, Jorge Drexler compuso su primera canción “La aparecida”, la que dio origen a todo su oficio de cantautor. Después llegaron otras canciones donde el ganador de un Oscar volvió una y otra vez al imaginario de este lugar -su mar, su faro, sus experiencias humanas más profundas- que reflejó en el álbum Doce segundos en la oscuridad, o en composiciones como “Camino a La Paloma”, “Noctiluca” (habla de la epifanía de la llegada de su hijo Luca, cuando observó ese mar fosforescente influido por el fenómeno de unas algas marinas), o “Duermevela”, dedicada a su madre Lucero, que cierra su último disco Tinta y tiempo.El lugar para unir el mundo de la diáspora humana y cultural, a través de la canción y crear un encuentro regional que celebre las diferencias, no podía ser otro que La Paloma: ese punto cardinal a tres horas de Montevideo.Playa, puestas de sol y mucha música: La Serena, festival de la canciónAl festival de la canción iberoamericana llegan músicos de América Latina y Europa con una presencia fuerte de cantautores argentinos, uruguayos y brasileños, pero también de México, Ecuador y Colombia: Pablo Grinjot, un espíritu libre que con sus rondas en bicicletas va uniendo y llevando la información de lo que sucede en distintos lugares al mismo tiempo; y Ezequiel Borra y Rodrigo Carazo, multi instrumentistas y denominados los duendes del festival porque aparecen en todos lados, están entre los habitués del encuentro. Artistas como la porteña Delfina Cheb y el uruguayo Facundo Balta son debutantes y están fascinados por el intercambio con gente que hasta hace una semana, no tenían en el radar. En cambio, artistas brasileños como Zelito y Filipe Cato, visitantes de varias ediciones, juegan de local y hacen parcerias con conocidos y desconocidos. También están los infaltables, como Jona Mendez, músico y aprendiz de mago, que todos los años llega desde Costa Rica.La lista es extensa y se va disfrutando a lo largo de siete días de música. Empezó el 2 de enero con las rondas de canciones en la playa La Serena, y terminó con una seguidilla de tres conciertos -6, 7 y 8- en el teatro Cine La Paloma con Jorge Drexler y Kevin Johansen como anfitriones de sus colegas. El bonus track informal fue la celebración del cumpleaños de Daniel Drexler. el martes 9.En La Serena todos son un poco discípulos, maestros y parceiros de canciones. Allí está el músico Pikiki, que lleva el toque de Cuareim y el barrio Sur de Montevideo en la sangre, pasando piques a músicos que nunca pisaron una llamada. El percusionista lideró la cuerda de tambores que marcó el ritmo cardíaco del festival a puro candombe, sobre las pistas de canciones como “Pedro Navaja” de Blades, “Cariñito” de Los Mirlos, o “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”, de Michael Jackson, que Paula Drexler disparó desde su computadora, en los atardeceres de la playa y las trasnoches: una especie de madrina de los grooves bailables que le puso otro clima musical al festival.Jorge Drexler, inevitable figura central del festivalAllí, también, está Filipe Catto, cantante y compositora no binaria y una de las estrellas del festival, capaz de encarnar en un tema como “Vapor Barato”, a Ney Matogroso y Gal Costa, al mismo tiempo: canta con una fuerza extraña, como si no supiera lo grande que es.Allí suceden los encuentros entre los primos Jorge Drexler y Ana Prada, con el acompañamiento de la corista Miryam Latrece, en “Palabras de amor”, un tema de Prada que su primo pone en el podio de las canciones más bonitas que se escribieron en español.Hay otras escenas de comunión colectiva como cuando Kevin Johansen cantó el tema “Vecino”, junto a otros artistas de Brasil y Uruguay, como un himno a la celebración de las diferencias y ese espíritu de las serenadas. Al igual que “Sea”, una canción que llegaba al final de esos conciertos largos donde nadie se movía. O esos finales con “Anoche soñé contigo”, donde la gente se quedaba cantando el estribillo como en un coro de cancha, o de murga, cuando los músicos ya se había retirado del escenario.Ana Prada, cantautora y prima de los hermanos DrexlerLo que empezó como un refugio de un grupo de amigos que alquiló una casa en verano para reunirse a cantar, rápidamente se multiplicó y se convirtió en una comunidad. En su momento llegaron a ser treinta y cinco casas alquiladas por gente vinculada al festival, casi un barrio entero. Hoy es difícil contar toda la gente que llega por sus propios medios para participar de alguna manera de las serenadas-solo en las tardes de la playa se juntaron unas dos mil personas-, durmiendo en autos, carpas, casas o en esos containers transformados en hostels.Esas mismas casas se terminan transformando en sedes no oficiales del festival, donde se arman asados, guitarreadas, o presentaciones de libros espontáneas. Por fuera de la programación oficial hay ruedas de canciones, donde la guitarra pasa de mano en mano. De un tucumano a una montevideana. De un porteño a un costarricense. Lo que circula es la palabra.El Festival La Serena se realiza todos los años en el balneario uruguayo de La Paloma, departamento de Rocha, UruguayEn La Nodriza, ese campamento creativo, donde duermen apilados los artistas y hay ensayos a toda hora, tanto que algún vecino se queja por el sonido de un tambor a la medianoche, también hay charlas como las de Alejandro Sequeira, diseñador del logo del festival y especialista en hongos, o de Alejandra Melfo, la prima de profesión física de Jorge Drexler (cuya voz aparecía al inicio de los conciertos de Tinta y tiempo, como inspiradora del tema “El plan maestro”). También hay conciertos especiales como el de Darío Jalfin, uno de los primeros en formar parte de estas serenadas. “Este año estaba difícil para venir, pero después sentí que no podía faltar y me mandé”, dice el músico.Hasta el dúo Ainda, integrado por Yago y Esmeralda, cumplió su propio sueño de cantar junto a Jorge Drexler el tema “Primavera”, que grabaron juntos y publicaron en plena pandemia, en 2020.Acá un solista puede armar una súper banda, con todos los músicos que están dando vueltas y están listos para colaborar con un arreglo de voces o sumarse en la instrumental.Crédito: Mathias Arrizaga / prensa Festival La SerenaLa Paloma es un cruce de caminos en un punto improbable y utópico. Allí tres cordobeses -Candelaria Zamar, Licha y Clara Presta, una que vive en Buenos Aires, otro residente en Madrid, y otra habitante Córdoba, por fin pueden reencontrarse cara a cara y compartir canciones.“Es imposible, es increíble, son cosas que solo se dan acá, en el Atlántico”, dice una fan de las serenadas que viene cada vez que puede.El festival es, como dijo el periodista entrerriano Carlos Rodríguez Puente, una suerte de Naciones Unidas de la música con la vista al Atlántico, las mejores puestas de sol, playas amplias de arenas limpias y un bosque que mantiene la biodiversidad de la zona. Por eso, el encuentro también se suma a las actividades de los vecinos que no quieren que el avance del hombre y el desarrollo de la ciudad atente contra este ecosistema natural.En medio del bosque, un grupo de vecinos conscientes de La Paloma está por plantar un árbol de una especie autóctona. Es un símbolo muy importante. Daniel Drexler pide, entonces, que la siembra sea acompañada por música. Su hermano Jorge va hasta el auto a buscar su guitarra y se la entrega a Zelito. El músico de Porto Alegre dice: “voy a cantar una canción que se llama “Contribuir”. La palabra tiene otro significado: ir con la tribu”.Ahora esa tribu de vecinos y músicos llegados de otros lugares forman una ronda alrededor del árbol y cantan, como si fuera una plegaria. Cada uno vuelca un puñado de tierra para el árbol. Después cantará Kevin Johansen a pedido de su fan, Jorge Drexler. Y después será Jorge, quién cantará “Llueve”, mientras los truenos suenan más fuertes y el cielo se pone negro: “Llueve, llueve y en todos los rincones del país/La tierra está agradecida”. Es como un chamán invocando la lluvia. Nadie se pone a cubierto mientras caen las primeras gotas y Jorge sigue cantando.“Es imposible, es increíble, son cosas que solo se dan acá, en el Atlántico”, dice una fan de las serenadasLa Paloma es una suerte de puerto libre para la canción, una comunidad artística autodenominada los sereneiros, que se cruzan una vez al año en esa intersección de caminos -entre el mundo iberoamericano y lusófono- frente al mar. “Es un sueño hecho realidad”, dice Daniel Drexler.En esta edición las serenadas llegaron a su punto de inflexión. Después de años de autogestión sin ningún tipo de apoyo económico, el festival tuvo por primera vez un sponsor. “Este es un antes y un después en las serenadas”, llega a decir el cancionista y uno de los fundadores del encuentro. Ahora este encuentro está frente a la encrucijada de todo emprendimiento independiente: crecer sin afectar el espíritu. Pero el encuentro de La Serena ya parece ser de todos los que llegan, se van y siguen desperdigando la noticia de este festival por donde vayan, como profetas que anuncian el paraíso de la canción en este punto sur del mapa.Vista del atardecer en la playa de La Paloma (Foto: EFE/Raúl Martínez/Archivo)
(EFEI0499/)Empieza una nueva ronda de canciones en La Nodriza, una de las tres sedes del festival, y entonces Daniel Drexler hace silencio.Es de madrugada, el tucumano Fernando Rossini, que durante el día hace de asistente de producción, alma anfitriona y llegó desde Bariloche, encara una versión de “Imposibles” de Fernando Cabrera. Después le sigue un tema de El Príncipe, otro ícono uruguayo, y se recuesta sobre la letra de una zamba del Cuchi Leguizamón, para llevarla al tiempo de candombe. Todos los que están, un grupo de diez, hacen la clave con la palmas. A ese tema le siguen otros, y otros, en una ronda que parece interminable. En un par de horas llegará el amanecer, pero nadie parece apurado por irse a dormir.[Fotos: Mathias Arrizaga / prensa Festival La Serena]

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