Hay noticias verdaderas y falsas; hay un periodismo serio y otro que, en lugar de velar por la verdad, tiene intereses políticos o de otro tipo, que no transparenta. Durante los últimos años se ha acuñado la expresión “periodismo militante” para referirse precisamente a ese sector de la prensa que, en pos de alcanzar determinados objetivos partidarios que nada tienen que ver con la actividad de informar, es capaz de tergiversar los hechos -o directamente falsearlos- presentando una realidad distorsionada.
Sin embargo, este fenómeno no es nuevo. Uno de los casos más notorios es el de Horacio Verbitsky. Según el libro “Doble Agente”, del periodista Gabriel Levinas, Verbitsky ha sido colaborador intelectual de la última dictadura militar para reciclarse más tarde como un ideólogo del kirchnerismo. Anteriormente, recuerda Levinas, Verbitsky -a quien llaman El Perro por su carácter gruñón- ha tenido un paso relevante por la guerrilla peronista Montoneros.
En su obra, Levinas se vuelca luego también al análisis del protagonismo de Verbitsky ya en democracia, cuando empieza a adquirir notoriedad pública. Primero, en los 90, por sus resonantes denuncias de corrupción y de connivencia entre jueces y gobierno. Sus opiniones sirvieron para levantar y hundir figuras, como cuando acusó sin pruebas al ministro menemista José Luis Manzano de haber asegurado: “Robo para la Corona”, sobre supuestos hechos de corrupción cometidos durante los años 90.
La efímera presidencia de Adolfo Rodríguez Saá fue “una semana de gloria” para Verbitsky: fue escuchado por el “Adolfo”, al punto que logró colocar en su gobierno a Jorge Taiana, como secretario de Derechos Humanos, y a Teresa González Fernández -por entonces esposa de Felipe Solá-, en Cultura y Comunicación. Ya en el kirchnerismo, fue un asesor clave de Néstor y Cristina.