Sabado

Delfina Frers. La top model de los 80 que salió con Alberto Rodríguez Saá y brilló en el TC2000 : “Hoy no estoy para acompañar a nadie”

Si hay alguien que hizo lo que quiso en esta vida es Delfina Frers (67). Madre de Delfina (42) y los mellizos Eduardo y Elina Blaquier (39), abuela de 8 nietos (sus edades van de los 3 a los 23) y heredera de Germán Frers, figura clave de la ingeniería náutica en el mundo, Delfina no se conformó con el rol de hija, madre, ni abuela.Era una de las mannequins más requeridas de su época cuando decidió empezar a medirse en las carreras de motos y autos, contra hombres. No lo hizo por feminista, como contará en esta charla, sino para buscar sus propios límites y “mejorar como persona”, su objetivo final. En ese plan entraron, también, los helicópteros (es pilota, matriculada) y el violín (aprendió a tocar de grande). Incluso, fue manager de un equipo femenino de ciclistas, al que llevó al Giro D’ Italia, una de las competencias más feroces y prestigiosas de ese deporte.–”No temas a errar, teme a abandonar” dice tu biografía en Instagram. Toda una declaración de principios…–Es el principio rector de mi vida. En una competencia, el que abandona no tiene chance. Trasladalo a la vida y pasa lo mismo.–Competiste en moto, en auto y en bici: ¿contra quién y para qué?–Siempre competí contra mis propios límites y para ser mejor. La competencia es fundamental porque mejora todos los aspectos de la vida. Sin competencia no habrían existido los aviones ni hubiéramos sido testigos de los avances tecnológicos. La competencia es el vehículo del progreso, siempre lo ha sido.–Sos hija de una de las personas más importantes de la náutica en el mundo, el célebre ingeniero y astillero Germán Frers.–Y un competidor nato [Se ríe]. Él quería ganar regatas con sus barcos y las ganaba con base en sus diseños.–La competencia parece ser el idioma de tu familia.–Te diría que es el idioma del mundo, pero sí, mi familia siempre trabajó para mejorar y para ganar. Solo así se llega a la excelencia.–No corriste regatas, ¿por qué?–En mi época, las regatas se corrían con tripulaciones masculinas. Las mujeres corríamos, pero solo durante el día. No daba pasar una semana entera a bordo de un barco de 6 por 2… Ni mi hermana [María Elina] ni yo corrimos regatas largas. Papá no nos dejaba.–Donde sí rompiste paradigmas fue en las carreras de autos.–Es que los autos son mi gran pasión… De chica, escuchaba las carreras con mi amiga Maggie Marín. Somos íntimas al día de hoy. Ella era sobrina de Gastón Perkins, un súperpiloto de la época [Perkins fue campeón del TC en 1969 e integró la misión argentina a las 84 horas de Nürburgring ese mismo año]. Éramos las únicas locas en el colegio que seguían las carreras por la radio.–¿Y cómo fue que te convertiste en piloto de autos?–Un día, mirando televisión, veo que se abre una categoría para mujeres. Convocaban a ir al Autódromo de Buenos Aires y fui. Me subieron a un auto de la categoría Nissan y el piloto me dio unas vueltas en la pista. Se bajó y me dijo: “Hacé lo que puedas”. Yo agarré el auto e hice lo que pude. Cuando me bajé, el tipo estaba de lo más sorprendido porque había hecho un tiempo muy parecido al suyo. Así empecé.–En aquel entonces, era sorprendente que una mujer fuera corredora de autos.–Es que solo los hombres corrían con autos. Las mujeres, no. De hecho, fui la única corredora del TC2000 durante años. Creo que solo 2 mujeres incursionaron en la categoría y una fui yo.–¿Cambiaba en algo correr siendo mujer?–Uno corre como es uno, siempre. Te digo más: no hay diferencia en el manejo entre hombres y mujeres. En las carreras de auto no necesitás fuerza, necesitás cabeza. Nada más.–¿Te bajaste de las pasarelas para subirte a los autos?–Me bajé de las pasarelas para subirme a una moto. Tenía 34 o 35 años. Corrí en Enduro 2 años y recién después empecé con los autos. Aprendí muchísimo. En la moto, te caés dos mil veces y las dos mil veces te levantás y seguís adelante.–¿Por qué dejaste?–Te golpeás mucho y los golpes duelen. Por suerte, a mí el Enduro me salió barato. En los 2 años que corrí, solo me rompí un ligamento. Me tuvieron que operar la rodilla en plena época de desfiles y trabajé rengueando. Esa temporada, los diseñadores tuvieron que ponerme todos los pantalones que encontraron [se ríe].–En los 80, fuiste parte de la primera camada de modelos famosas: Andrea Frigerio, Teresa Garbesi y Mora Furtado son contemporáneas tuyas.–Fue una época fabulosa. Podría escribir un libro entero de anécdotas. Me acuerdo de llegar de alpargatas y bombachas de campo, llena de tierra, a un desfile, y que me conviertan en una reina. Los desfiles de Gino Bogani eran fabulosos, en serio.–Todo era muy casero, a su vez.–Las revistas de moda llegaban 6 meses después. Las carreras de diseño no existían. El primero en dar clases en la facultad fue Gino. Estábamos aislados. Entramos al mundo recién en los 90.–¿Te cuidabas con la comida?–Hacía mucho deporte. Nunca me gustó hacer régimen, entonces gastaba todo lo que consumía. Correr me mantuvo siempre en forma.–Hace unos años, cuando vivías en San Luis, fuiste manager de un equipo de ciclistas mujeres. Tu intención era llevar al team a los Juegos Olímpicos de 2020.–Una de ellas, Paola Muñoz, llegó. Era chilena, no era argentina, y tenía otra concepción del deporte. Estaba muy preparada. Tuvo mala suerte: se quedó enredada en una caída y no pudo terminar la carrera.–¿Qué pasó con el equipo?–Hicimos una campaña muy interesante durante 3 años. Llevamos a las chicas a correr tours a Estados Unidos y la performance fue tan buena que nos animamos a ir al Giro D’Italia femenino, que es la prueba más importante de nuestra categoría. El equipo hizo un papel excelente: de las 6, llegaron 3. Es de esas carreras a las que vas con el cuchillo entre los dientes porque se te juega la clasificación a los Juegos. La provincia de San Luis puso todo para el ciclismo y nosotras hicimos ruido. Gracias al tour femenino y a este equipo, empezaron a surgir equipos de mujeres en todo el país. Los políticos no lo entendieron. Derivaron los presupuestos de Deporte a Salud y nos quedamos sin equipo. Fue una pena, pero ya está.–¿Cómo terminó tu relación con Alberto Rodríguez Saá?–Terminó muy bien, a los 3 años de empezar a salir. Cuando cortamos, empecé con el ciclismo a full.–No te conocemos candidato desde entonces…–No tengo candidato. Estoy ocupada en cosas que me encantan y, la verdad, no se presenta nada que diga “wow”. Hoy no estoy para acompañar a nadie, ni voy a dejar nada de lo que estoy haciendo. Fui muy bien querida y la vara quedó muy alta. De todas maneras, no me cierro a la posibilidad de vivir un gran amor, pero te digo: está difícil el tema.

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